ENSAYO

DAISAKU IKEDA Y LA RESPONSABILIDAD CON EL MEDIOAMBIENTE

DAISAKU IKEDA AND RESPONSIBILITY WITH THE ENVIRONMENT

Miguel Ángel Polo Santillán
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Perú

Puriq

Universidad Nacional Autónoma de Huanta, Perú

ISSN: 2664-4029

ISSN-e: 2707-3602

Periodicidad: Continua

vol. 4, e210, 2022

revistapuriq@unah.edu.pe

Recepción: 05 Julio 2021

Aprobación: 26 Julio 2021



DOI: https://doi.org/10.37073/puriq.4.1.210

Autor de correspondencia: mpolos1@unmsm.edu.pe

CITAR COMO: Polo Santillan, M. A. (2022). Daisaku Ikeda y la responsabilidad con el medioambiente.Puriq,4, e210. https://doi.org/10.37073/puriq.4.1.210

Resumen: La filosofía budista ha venido desarrollando una teoría y praxis ecológica, analizando las causas y viendo los medios para poder enfrentar la crisis medioambiental. El pensamiento y la acción de Daisaku Ikeda también ha estado dirigido a esta meta, a través de propuestas de una organización internacional dedicada al medio ambiente, que reúna esfuerzos de los países y de la sociedad civil. Además, ha estado centrado en la educación ambiental y en el desarrollo sostenible. Sus diferentes acciones tienen su raíz en la filosofía budista, como la preocupación por el sufrimiento de los seres sintientes, la interdependencia, los Estados Ilimitados y la revolución humana.

Palabras clave: Daisaku Ikeda, filosofía budista, desarrollo sostenible, interdependencia, revolución humana.

Abstract: Buddhist philosophy has been developing an ecological theory and praxis, analyzing the causes and looking for the means to face the environmental crisis. The thought and action of Daisaku Ikeda has also been directed to this goal, through proposals from an international organization dedicated to the environment, which brings together the efforts of countries and civil society. In addition, he has been focused on environmental education and sustainable development. His different actions are rooted in Buddhist philosophy, such as concern for the suffering of sentient beings, interdependence, Boundless States, and human revolution.

Keywords: Daisaku Ikeda, Buddhist philosophy, sustainable development, interdependence, human revolution.

INTRODUCCIÓN

¿Tiene el budismo una ética ecológica? Tradicionalmente, se concibe al budismo como una sabiduría que sustenta la moralidad y las prácticas meditativas, recuperando la naturaleza de Buda que subyace en cada ser, por lo que muchas veces se ha acentuado los trabajos más personales. No obstante, desde la aparición de la conciencia ecológica, diferentes religiones se han mirado a sí mismas para buscar en sus tradiciones unos fundamentos para las nuevas exigencias de estos tiempos. Y el budismo no ha sido la excepción. Podemos mencionar algunos trabajos como Buddhist Perspectives on The Ecocrisis, editado por Klas Sandell (1987), A Buddhist Response to the Climate Emergency, editado por J. Stanley, D. Loy y Gyurme Dorje (2009), La sabiduría de la sostenibilidad. Economía budista para el siglo XXI, de Sulak Sivaraksa (2011), entre otros. Esta preocupación ha hecho que se acuñe el término “ecodharma” (David Loy).

No han sido solamente trabajos teóricos, sino también críticos al propio sistema que provoca estos daños medioambientales. Lo cual ha derivado también en la aparición de líderes ambientalistas. Este es el caso del filósofo, educador, poeta y líder budista Daisaku Ikeda (1928-). El doctor Ikeda no es un monje, sino un laico budista, seguidor de la tradición de Nichiren, que tiene como enseñanza central el Sutra de loto, una obra muy reconocida en todos los tipos de budismo mahayana. Es el tercer presidente de la Soka Gakkai, organización budista que fundó el educador Tsunesaburo Makiguchi, que Ikeda se encargará de internacionalizarse. Pero no por afán proselitista, sino porque desde el inicio reconoció que había problemas globales a los que había que dar respuesta, desde ahí ha sido una figura que inspira a miles de personas en el mundo.

Múltiples han sido los temas de preocupación humanista de Ikeda: el desarme nuclear, la seguridad en el mundo, las guerras, los derechos de las personas, la pobreza, el hambre, la violencia, las religiones, la ciudadanía global, la educación, el desarrollo sostenible, etc., todos los cuales aparecen en sus discursos y propuestas anuales de paz. Así, la intervención de Ikeda en el escenario público mundial no ha estado centrada en Japón, sino ha intervenido constantemente en cumbre internacionales y especialmente relacionado con distintas instancias de las Naciones Unidas. Su clara percepción de que los problemas no son solo locales, sino globales llevó a convertir la Soka Gakkai —organización budista laica, con más de 10 millones de miembros en todo el mundo— en una institución internacional, que moviliza millones de personas para dar ayudar a otros, pero, especialmente, para generar una acción ciudadana global.

Dividiré mi exposición en tres partes. Una breve sobre los problemas y causas, otra sobre el estado ideal y el camino a seguir y, finalmente, las bases budistas de sus planteamientos.

PROBLEMAS Y CAUSAS

El doctor Ikeda siempre empieza reconociendo la condición de crisis en la que nos encontramos. A veces con cifras, otras veces recordando las palabras de líderes ambientalistas, o señalando los problemas globales que ponen en peligro la existencia humana. Como en la Propuesta sobre el medio ambiente, del 2012, sostenía:

Cada año, se pierden cincuenta y tres mil kilómetros cuadrados de áreas forestales. El nivel de la capa freática sigue disminuyendo, lo que provoca carestías crónicas de agua en muchos países; y se estima que casi el veinticinco por ciento de la masa terrestre se ve afectada por el proceso de desertificación. (Ikeda, 2012a, p. 1)

Y este procedimiento es ya una expresión de la actitud budista de primero ver los hechos, la situación en que nos hallamos, que es la de sufrimiento. Y desde ahí ver las causas que la originan. Por eso sostiene que esta nueva conciencia debe pasar por un aprendizaje: “Necesitamos además comprender las causas y estructuras sociales que conducen a la destrucción ambiental” (Ikeda, 2002). La sociedad industrializada y de consumo solo tiene en cuenta valores materiales, muchas veces a costa de menospreciar la dignidad de las personas y de todo ser. Ikeda lo dice así: “La civilización moderna sigue ocupada en su búsqueda inmoral de lo factible, sin el menor interés por los imperativos éticos” (2012a, p. 3). Esa visión limitada de la cultura actual hace creer que cuando se habla de sostenibilidad se trata de restricciones a los individuos y sociedades (2012a, p. 5), cuando de lo que se trata es el potencial humano para la creación de valores y así se pueda enfrentar este complejo problema.

Y ¿qué hacer? El sentido práctico de Ikeda ha hecho que durante años proponga distintos campos de acción para enfrentar el sufrimiento de la humanidad, como la protección de los derechos humanos, la abolición de las armas nucleares y la construcción de una sociedad global sostenible (2015, p. 35). Por el tema de nuestro trabajo, nos concentramos en su proyecto de una sociedad global sostenible, aunque resulta imposible dejar de mencionar a las otras dos.

EL ESTADO IDEAL Y EL CAMINO

Las propuestas de Ikeda siempre transitan entre propuestas bastante prácticas y propuestas humanistas. Para ejemplo de las propuestas prácticas, en el año 2002, en el marco de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible, organizada por las Naciones Unidas, proponía lo siguiente:

La primera es el nombramiento de un alto comisionado de las Naciones Unidas para el medio ambiente, que ejerza con iniciativa una clara conducción para solucionar los problemas globales relativos al entorno. Luego propongo la consolidación gradual de las secretarías que supervisen la implementación de diversos tratados ambientales, vinculados al establecimiento de un fondo global para el medio ambiente. En tercer lugar sugiero adoptar una convención para promover los recursos energéticos renovables. (Ikeda, 2002)

No siempre sus propuestas han sido aceptadas, pero eso nunca fue impedimento para dejar escuchar su voz, especialmente cuando poco a poco fue ganando prestigio.

El otro tipo de propuestas son las humanistas, donde —a veces con lenguaje laico, a veces con lenguaje budista, dependiendo a quien se dirigiera— propone salidas para guiar las acciones de las personas y de las organizaciones. Se trata de fomentar mayor conciencia del daño medioambiental y los efectos sobre las formas de vida, especialmente la humana. Tomemos las propuestas del año 2002, también en el marco de la Cumbre para el Desarrollo Sostenible:

En tal sentido, considero que se debe promover la década de la educación para el desarrollo sostenible teniendo en cuenta los siguientes tres objetivos:

• Aprender y profundizar la conciencia pública acerca de cuestiones y realidades del medio ambiente.

• Reflexionar sobre nuestro estilo de vida y modificarlo para favorecer la sostenibilidad.

• Empoderar a las personas a fin de que cada individuo realice acciones concretas para resolver cuestiones que nos afectan a todos. (Ikeda, 2002)

Como señalamos, la tarea educativa se hace indispensable, para aprender las causas de lo que viene sucediendo y despertar la conciencia, dejando de lado el romanticismo y asumiendo compromisos. Hoy existen diferentes documentales, realizados por organizaciones serias, que nos ayudan a comprender el estado del planeta, lo que ha permitido que la sensibilidad ecológica sea parte de nuestra conciencia moral. Es decir, la moral ya no puede ser entendida solo como las buenas relaciones con mi prójimo, sino que también involucra a otros seres no humanos, como los animales y el planeta en su conjunto. En esa dirección Ikeda considera que las religiones y las tradiciones ancestrales contienen sabidurías de donde podemos aprender valores necesarios para enfrentar estos problemas actuales. Pero también reconoce el valor de las cumbres internacionales, como la conocida Carta de la Tierra, cuyos 16 principios se sintetizan en: “1) respeto de la comunidad de vida; 2) integridad ecológica; 3) justicia social y económica y 4) democracia, no violencia y paz” (Ikeda, 2002). Estos son los títulos que agrupan los artículos de esta carta. Y reflexiona sobre este documento, diciendo: “La Carta de la Tierra proporciona un amplio panorama de los valores y principios que se precisan para alcanzar un futuro sostenible y, por ese motivo, es un medio educativo inapreciable” (Ikeda, 2002). Ikeda aprecia esta carta pues muchos de sus principios están en consonancia con sus propuestas anteriores y posteriores, como, por ejemplo, reconocer la naturaleza integral e interdependiente de la Tierra, convocar a los ciudadanos para que participen, escuchar a las tradiciones indígenas, generar leyes medioambientales eficaces y reconocer el carácter interdependiente de la paz, el desarrollo y la protección del medio ambiente.

Como se desprende de lo anterior, no se trata solo de conocimientos, sino también de incorporar valores a nuestras formas de vida, para que se hagan actitudes cotidianas. Por lo que señala: “Por esa razón, es necesario percibir la ética ambiental como un compromiso profundamente personal, cuyo cumplimiento nos brinde un inagotable sentimiento de propósito y de alegría” (Ikeda, 2002). Ikeda piensa en una ética de respeto y reverencia, que pueda animar desde dentro las acciones a seguir. Lo cual resulta importante, pues también hay acercamientos desde los deberes que tenemos hacia el planeta, que son sentidos como nuevas limitaciones y cargas sociales. Ese tipo de responsabilidad, que viene de una cierta imposición contemporánea, debe ser transformada por una ética de respeto, reverencia y alegría, lo cual surge desde un trabajo personal, que permita surgir el potencial de cada individuo.

Inspirados por Ikeda, los miembros de la Soka Gakkai Internacional (Véase: https:// www.sokaglobal.org/es/in-society/action-on-global-issues.html) han desarrollado diferentes actividades, promoviendo las ODS (https://www.sdgsforall.net/) y la Carta de la Tierra, procurando involucrar a la población como sujeto de cambio. Con ese objetivo han emprendido campañas, exposiciones y realizado películas, como la titulada “Una revolución silenciosa”, realizada en colaboración con el Consejo de la Tierra, el PNUD y el PNUMA. Todo ello para educar a las personas en una nueva conciencia medioambiental, que incluye el desarrollo sostenible y la acción por el planeta.

Por lo anterior, toda educación si bien apunta a transformar la visión y motivar a la acción, ambas debieran terminar en un empoderamiento de los individuos y comunidades para reunir voluntades y hacer alianzas con otras comunidades y organizaciones. Esa es una salida que también figura en el último ODS (Objetivo 17, Alianza para lograr los objetivos). La idea de empoderamiento es permanente en su pensamiento. Por ejemplo, sostiene en 2012:

Es importante que cada individuo adopte una actitud emprendedora que genere una serie de transformaciones comunitarias y sociales. Solo entonces podremos alcanzar el objetivo de una sociedad global sostenible, en la que se otorgue la máxima importancia a la dignidad inherente a la vida. (Ikeda, 2012a, pp.1-2)

Desde este sentido, la idea de sostenibilidad se hace más significativa, pues no se trata ajustar la política y equilibrar economía y ecología, sino debe ser entendida como compromiso de todos: Dice: “la sostenibilidad significa trabajar para construir una sociedad que priorice ante todo la dignidad de la vida, la dignidad de todos los miembros de las generaciones actuales y de las venideras, así como de la biosfera que nos sustenta.” (Ikeda, 2012a, p. 3)

Las tres propuestas del 2002 aparecen replanteadas en el 2012, a raíz de su encuentro con la activista ambiental Wangari Maathai, creadora del Movimiento Cinturón Verde, que aparece en la película Una revolución silenciosa. Estas tres enseñanzas, que obtiene de esta activista y su movimiento, son: 1) “asegurar que todos los participantes estén genuinamente convencidos de la validez de lo que están haciendo y puedan palpar los logros del movimiento en el proceso de su desarrollo” (2012a, p. 7), donde podemos incluir la necesidad del conocimiento y la voluntad firme para actuar; 2) “el Movimiento Cinturón Verde ha logrado el empoderamiento humano, al inspirar a la gente a vivir con un sentido de propósito más amplio y al lograr que cada uno hiciera surgir su potencial ilimitado e innato” (2012a, p. 8), con este punto, vuelve a insistir en la necesidad de empoderar a las personas, para que asuman responsablemente sus compromisos; 3) “garantizar la continuidad del movimiento, especialmente, a través del aliento y la educación a las generaciones jóvenes” (2012a, p. 10), pues son ellos los que podrían continuar las transformaciones en todo orden de cosas para hacer este mundo sostenible.

En su constante preocupación por la situación global, ha buscado intervenir en los diferentes foros mundiales. Así, también hizo propuestas para la Conferencia Río+20, una vez más, centrándose en tres temas:

1. Crear un conjunto de objetivos compartidos en pos de un futuro sostenible. Estos deben proveer una visión global en bien de la cual la humanidad pueda trabajar, y servir de guía normativa para las acciones que emprendamos las personas que convivimos en este planeta.

2. Establecer una nueva organización internacional a través de la fusión de agencias de las Naciones Unidas en las áreas del medio ambiente y el desarrollo. Ello podrá impulsar con mayor eficiencia los esfuerzos para lograr una sociedad global sostenible centrada en la colaboración con los diferentes sectores de la sociedad civil.

3. Recomendar a la Asamblea General de las Naciones Unidas el establecimiento de un marco educacional que promueva la sostenibilidad. Eso sensibilizar la conciencia ciudadana y permitirá que la gente avance desde el empoderamiento hacia el liderazgo dentro de sus respectivas comunidades. (2012a, p. 11)

Recordemos que en el marco de Río+20 surge los Objetivos del Desarrollo Sostenible, así que Ikeda ya tenía la idea de tener objetivos de dicho desarrollo, después de todo, no se podría dejar la línea anterior trazada por los Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM). Hoy tenemos 17 ODS, que deben orientar las prácticas de los Estados, las comunidades y las personas. Pero Ikeda tiene claro el objetivo global: “el bienestar del género humano y de la comunidad global de vida debe estar en el centro de los nuevos objetivos” (2012a, p. 12).

No obstante, Ikeda pedía una nueva organización que supervisara los logros o retrocesos en los campos del medio ambiente y el desarrollo. O, como lo dice: “Ello permitirá que más gente pueda constatar el grado en que sus acciones están generando un cambio positivo y contribuyendo con el logro de un futuro sostenible” (2012a, p. 13). Y proponía estos lineamientos para este organismo global:

• La consolidación de secciones y agencias relevantes, incluidos el PNUD y el PNUMA.

• La participación de todos los gobiernos interesados en las deliberaciones sobre la marcha de la nueva organización.

• Una relación de cooperación plena con la sociedad civil.

• La participación comprometida de los jóvenes. (2012a, p. 14)

Si nos damos cuenta, esto incluye tres tipos de acciones: fortalecer las organizaciones de las ONU involucradas en este aspecto, involucrar a los Estados y a la sociedad civil. Esto mismo nos indica la constante preocupación de Ikeda en estos tres actores sociales, sumando a ello la participación de los jóvenes. Todos son agentes de cambio.

Además, está el tema de la educación en sostenibilidad para una nueva conciencia ciudadana. Necesidad de un mínimo de reflexión que nos lleve a ver la urgencia de estos temas. De lo contrario, se puede convertir solo en deseos inalcanzables. Sobre el sentido de este tipo de educación, señala:

• No deberá limitarse a brindar únicamente conocimientos sobre el entorno natural, las costumbres y la historia de la comunidad local, sino que deberá inculcar sentimientos de afecto por esa comunidad y la determinación de respetarla y protegerla.

• Deberá inspirar profundo aprecio por los modos en que el entorno inmediato, como las actividades productivas y económicas de las demás personas que viven en la comunidad, benefician y dignifican la vida de todos. Deberá promover acciones cotidianas basadas en ese aprecio.

• Deberá permitir que las personas consideren las cuestiones de su comunidad en términos de lo que se debe proteger por el bien de las generaciones futuras y de la clase de sociedad que se desea construir en nombre de estas, y hacer de ello el centro de su modo de vivir. (2012a, pp. 19-20)

Tenemos entonces, conocimientos, afecto por la comunidad, aprecio por sus formas de vida y aprender a proteger los bienes de las generaciones futuras. Es este aprendizaje al que Ikeda pone mucha fe, pues puede sacar las potencialidades humanas ilimitadas para crear una sociedad global sostenible. En el 2014, Ikeda —luego de las experiencias, conversaciones y reflexiones—, vuelve a pensar la sociedad global sostenible. Y sostiene tres áreas a trabajar: 1) insiste en la educación, “con especial énfasis en los jóvenes” (p. 35); 2) cooperación internacional para reducir el daño causado por las condiciones meteorológicas extremas y otro tipo de calamidades” (p. 42); “propuestas orientadas a la prohibición y abolición de las armas nucleares” (p. 49). Es significativo su ampliación del rol de la educación en el desarrollo sostenible, especialmente dirigido a la ciudadanía mundial:

• Brindar una comprensión profunda de los retos que afronta la humanidad; permitir a los educandos explorar sus causas; inculcar la esperanza y la convicción de que tales dificultades pueden ser resueltas por el ser humano, en la medida en que este ha sido su causante.

• Enseñar a observar los fenómenos locales para detectar en ellos indicios precoces de problemas globales emergentes; desarrollar la identificación de estas señales tempranas;

y empoderar a los individuos para que tomen medidas concertadas.

• Estimular la imaginación empática, y la conciencia de que las acciones beneficiosas para el propio país pueden tener efectos negativos en otras naciones o ser percibidas por ellas como una amenaza; convertir esta conciencia en el compromiso mancomunado de no buscar la felicidad o la prosperidad del propio país o grupo a expensas de los demás. (2014, pp. 38-39)

Como se aprecia, es una reflexión más profunda, que enriquece sus percepciones anteriores, que se puede resumir en educar para estar más consciente de lo que está pasando y poder actuar de manera creativa, empática y mancomunada. Así, la conciencia ecológica no puede ser voluntarismo, sino debe estar nutrida de conocimientos, voluntad, empatía y trabajo conjunto. Algo que cabe resaltar es que Ikeda no separa la educación del ciudadano comprometido con el medioambiente de la educación de una conciencia ciudadana mundial, ambos son aspectos del desarrollo sostenible. Por eso vuelve a tocar el asunto del peligro que constituyen las armas nucleares. Esta preocupación la asume de su maestro Josei Toda, quien las consideraba el peor mal, por lo que Ikeda ha propuesto salidas a este problema, a través de distintas declaraciones y llamados a acuerdos, con la finalidad de eliminar este tipo de tecnología mortal, no solo para las personas sino también para el planeta. Ya no se puede sostener que son armas necesarias para la seguridad, sino que ellas mismas crean inseguridad (2014, p. 54).

¿Y qué tipo de acciones concretas propone Ikeda? A lo largo de sus escritos, sea en conferencias, escritos, conversaciones, aparecen diversas propuestas, en distintos niveles, como los que hemos estado haciendo referencia. Por ejemplo, fortalecer los “marcos internacionales que presten apoyo a poblaciones afectadas por desastres” (2012b, p. 34).

O esta lista de propuestas concretas, para las comunidades:

Las acciones emprendedoras que podrían realizar las comunidades incluirían: la creación de proyectos de forestación u otras iniciativas destinadas a proteger la ecología local; la adopción de medidas dentro de la ciudadanía para forjar comunidades con mayor resistencia a los desastres; el establecimiento de vínculos con otras comunidades para incrementar el grado de producción y consumo local; la realización de trabajos en forma cooperativa, para hacer que la reducción de desechos y el reciclaje se incorporen de manera ineludible en la vida de la gente; y la introducción de fuentes de energía renovable según los métodos adecuados a cada comunidad, para reducir así la huella ecológica. (2012a, pp. 13-14)

Estas son algunas formas específicas en la que se manifiesta el empoderamiento de las personas, con las cuales se van transformando a sí mismas, a su entorno social y natural, de ese modo, ir disminuyendo o eliminando el sufrimiento que existe en el mundo. En síntesis, ¿cómo entiende Ikeda la sostenibilidad? Su respuesta es:

“En términos sencillos, pienso que se la podría definir como sigue: un estilo de vida en la que nos abstenemos de buscar nuestra propia felicidad a expensas de los demás; la determinación de no entregar nuestra comunidad local y todo el planeta a la próxima generación en un estado de mayor suciedad o deterioro que en el que estaba cuando ingresamos; una sociedad en la que el futuro no se sacrifique a las necesidades pasajeras del presente, sino que tenga en cuenta alternativas y decisiones óptimas en bien de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.” (2012b, p. 42)

LA FILOSOFÍA BUDISTA COMO FUNDAMENTO DE SU PRAXIS

Todo lo anterior también podría incluirse en la visión medioambiental de Ikeda, no obstante, tiene unos fundamentos filosóficos que vienen del pensamiento budista. Vamos a explicarlos en tres: el sufrimiento, la interdependencia, los estados ilimitados y la revolución humana.

El sufrimiento.

El budismo, como dijimos al inicio, empieza reconociendo el sufrimiento humano y las condiciones que lo generan. En ese sentido, en lugar de empezar por ideales abstractos, empieza por la experiencia humana. No cabe duda que la crisis medioambiental está produciendo mucho sufrimiento a los seres sintientes, es decir, tanto en millones de animales y seres humanos, por pérdida de sus hábitats y de sus medios de vida y enfermedades. Y como señalamos antes, el budismo no se queda con constatar ese estado, sino darse cuenta de lo que lo produce y hacer algo para librarnos de dicho estado. Por eso señala Ikeda:

Por tal razón, una clave para aliviar el sufrimiento humano yace en ampliar la esfera de la solidaridad humana, reconociendo colectivamente las amenazas a las que todos estamos expuestos, como la incidencia creciente de catástrofes naturales relacionadas con el cambio climático, o los daños ocasionados por el uso de las armas nucleares. (2015, p. 28)

Reconociendo el sufrimiento y las condiciones que lo producen, el budismo, como también lo asume Ikeda, reconoce el potencial humano para transformar esas condiciones negativas. Nosotros somos parte del problema y de la solución. Por eso señala la responsabilidad de cada ser humano:

El budismo enseña que la solución fundamental a nuestros sufrimientos no existe fuera de nosotros. A través del proceso de despertar a nuestro ilimitado potencial interior y de ponerlo de manifiesto, nuestra vida se transforma de manera tal, que nos tornamos capaces de conducir a los demás hacia la felicidad y la seguridad. Ese grandioso cambio interior nos permite convertir nuestro propio sufrimiento en el ímpetu para transformar positivamente la sociedad. (2012a, p. 9)

Así, el fundamento de la actividad social del budismo es rescatar el potencial humano para hacer frente no solo a su propio sufrimiento, sino también al de los demás.

Ese mismo es el fundamento de su humanismo, la confianza en los seres humanos. Si eso no fuese posible, entonces el activismo, el empoderamiento y toda otra acción no tendría sentido.

Interdependencia

Los fundamentos budistas de su compromiso son claros en su propuesta, los cuales aparecen constantemente: la interdependencia de todos los seres. Esta idea viene de la tradición mahayana, especialmente en la lectura del monje Nichiren. Ikeda es un profundo conocedor del budismo, fuente intelectual y anímico de sus acciones como dirigente de la SGI y como ciudadano del mundo. Estas ideas las formula así:

El budismo ubica un vasto cosmos en lo profundo de la vida humana. Este cosmos contiene un tesoro o bondad sin límites, llamado reverentemente la “naturaleza de Buda”. Esta naturaleza radiante es inherente a todas las cosas vivientes. Cada cosmos interno es uno con el universo externo mayor en evolución. En términos budistas, el gran universo y el yo, el gran macrocosmos y el microcosmos, son uno.

Dado que el yo y todos los fenómenos son uno, todas las cosas están interrelacionadas. Esta enseñanza, denominada origen dependiente, explica que todas las cosas tejen un todo único en el que los individuos viven en relación con todos los demás.

En otras palabras, todos los seres y fenómenos existen u ocurren debido a su relación con otros seres y fenómenos, y nada en el mundo humano o no humano existe de forma aislada. Todas las cosas están mutuamente relacionadas y son interdependientes con todas las demás cosas. Todos forman un gran cosmos manteniendo los ritmos de la vida. (Henderson e Ikeda, 2004, p. 123)

Esto nos lleva a no vernos como sujetos aislados, atómicos, sino dependientes, es lo que se hace necesario para una actitud y acciones responsables. Por eso, las soluciones también deberán tener ese mismo tenor, alianzas entre comunidades, organizaciones, países, etc. No hay salvación individual. En sus propias palabras: “Puesto que los temas ambientales están profundamente interconectados con esas cuestiones globales, su solución requiere un replanteo esencial de nuestro modo de vida, como individuos, como sociedades y en términos de la mismísima civilización humana” (Ikeda, 2002). O como dirá diez años más tarde: “somos vecinos que cohabitamos el planeta Tierra” (Ikeda, 2012a, p. 1).

Ikeda reconoce que esa visión de interconexión entre los seres también ha estado y está presente en las tradiciones indígenas, a lo que pide aceptar esas sabidurías (Ikeda, 2002). Nos dice Ikeda: “Debemos recordar que no es necesario crear desde cero los fundamentos éticos necesarios para concretar esa visión. Ya están expresados en muchas tradiciones culturales y religiosas que proclaman verdades que la sociedad contemporánea prácticamente ha perdido de vista” (2012b, p. 42). Y, sin duda, el budismo forma parte de esas tradiciones a la que hoy muchos ambientalistas recurren.

Esta idea también está presente en la Carta de la Tierra cuando, en el artículo 8b sostiene: “Reconocer y preservar el conocimiento tradicional y la sabiduría espiritual en todas las culturas que contribuyen a la protección ambiental y al bienestar humano.” En realidad, esta idea está en casi todos los grupos que defienden el medioambiente, sean comunidades y organizaciones no gubernamentales. Y es la filosofía que inspira a sus líderes y a los pensadores ecológicos.

Una consecuencia práctica de esta interconexión de todos los seres tiene una expresión práctica, pues constantemente Ikeda apela a la acción conjunta de los Estados para enfrentar todo tipo de problemas, así como el trabajo conjunto de las Naciones Unidas y la sociedad civil (2015, p. 35). No hay, pues, salidas individuales y particulares.

Estados ilimitados

Desde la aparición del budismo se ha propuesto el cultivo de nuevos sentimientos, opuestos a la codicia, el odio y la ofuscación, se trata del cultivo del amor benevolente, la compasión, la alegría simpatética y la ecuanimidad. Estos reciben el nombre de los Estados Ilimitados, las Moradas Divinas o Sublimes (Brahma-vihāra). Ikeda recuerda la dedicación de buenos deseos para todos los seres: “¡Que todos los seres, aquellos que pueden ser vistos y aquellos que no, aquellos que viven lejos y aquellos que viven cerca, aquellos que han nacido y aquellos que aún desean nacer, que todos los seres vivos disfruten de felicidad!” (Ikeda, 2002). Estas expresiones son parte del Metta Sutta, una de las enseñanzas del Buda Shakyamuni sobre el amor-benevolente, conservadas en el Canon Pali, pero presentes también en todas las formas de budismo.

La comprensión de la naturaleza de las cosas y el trabajo personal pueden hacer surgir una empatía y compromiso voluntario. Dice: “quien dedica su existencia a contribuir con los demás se basa en la clara comprensión de la naturaleza interdependiente que nos une a los demás y al entorno” (Ikeda 2002). El bienestar de uno pasa por el bienestar de todos los demás. Dicho en término budistas, Ikeda busca formar bodhisattvas capaces de intervenir en el mundo para transformarlo. Así, todos esos aspectos, incluye lo que llama “la revolución humana”. Hablemos más de este término, tan apreciado por Ikeda y los miembros de la Soka Gakkai.

La revolución humana

Toda esa acción transformadora empieza con uno mismo. Y desde ahí, asumir un compromiso con el mundo: “Para encontrar soluciones a los problemas ambientales y a la miríada de otras cuestiones que enfrenta nuestro mundo, es esencial que cada individuo adopte un sentido de responsabilidad y se comprometa activamente” (Ikeda, 2003). Y esto requiere un trabajo personal y social.

Con la expresión “revolución humana”, se trata de una revolución personal a través de transformaciones de su modo de entender y sentir la realidad, yendo desde el yo individualista y separatista a un yo más profundo y espiritual. Ahora, este proceso transformador no está aislado de las relaciones comunitarias y de los compromisos sociales, sino que se va produciendo en relación con ellos. Desde prácticas religiosas diarias hasta compromisos con campañas sociales. Así, en ese camino transformador, el individuo se va convirtiendo en un bodhisattva, término tan apreciado en el budismo mahayana, que entiende que su salvación pasa por la salvación de los seres que sufren en el mundo, por lo que dedican su vida al bienestar y la felicidad de todos los seres. El mismo Ikeda señala que los miembros de la SGI aspiran a vivir como Bodhisattvas de la Tierra, inspirados por la sabiduría, la valentía, el amor compasivo, trabajando por la felicidad de todos los seres. Añade: “Esta forma de vivir también significa ponernos al lado de aquellos que sufren, procurando la felicidad propia y ajena en un contexto de aliento y apoyo mutuos.” (2014, p. 22)

REFLEXIONES FINALES

Luego de hacer una breve exploración de las ideas centrales de Ikeda con respecto a los problemas medioambientales y sus fundamentos filosóficos, podemos hacer la siguiente síntesis y valoración. El trabajo del líder budista japonés ha sido en diferentes espacios, desde el intelectual hasta el militante, todos con un genuino interés por proteger a la humanidad de sus propias acciones autodestructivas. Y sus aportes en el campo del desarrollo sostenible han destacado sus aportes concretos, como los de un organismo internacional que siga los avances en materia de desarrollo sostenible, reúna los intereses de Estados y organizaciones civiles, además de una educación que involucre a los individuos y comunidades. Si bien todo esto tiene una fuerte inspiración budista, Ikeda no busca convertir al budismo, sino unir distintos intereses por el bien de la humanidad.

Los problemas medioambientales que sufre la humanidad y que amenaza su existencia y la de muchos otros seres, no puede tener respuestas aisladas o parciales, sino que debe involucrar a distintos actores sociales, que vean la necesidad de realizar acciones realmente significativas. Ahora, como Ikeda enseña, no se trata de activismo, sino de una acción transformadora del individuo y de la comunidad, lo que él denomina una revolución humana. De ese modo, una ecología superficial debe sostenerse en una ecología profunda y esta debe expresarse en la primera.

No obstante, ¿todavía estamos a tiempo para evitar el colapso, no solo de esta civilización —recordemos que las civilizaciones también mueren—, sino de la existencia humana? Quizá la percepción del peligro sea un fuerte impulso al cambio personal y social, de lo contrario, ni los deberes o derechos podrán evitar las consecuencias negativas que se aproximan.

Referencias bibliográficas

Carta de la Tierra, recuperado de https://cartadelatierra.org/lea-la-carta-de-la-tierra

Henderson, H. e Ikeda, D. (2004). Planetary Citizenship. California, EE. UU.: Middleway Press.

Ikeda, D. (2015). Un compromiso colectivo: erradicar el sufrimiento de la Tierra y construir un futuro más humano. Propuesta de paz 2015. España: Ediciones Civilización Global.

Ikeda, D. (2014). La creación de valor como factor de cambio global: construir sociedades sostenibles y resilientes. Propuesta de paz 2014. España: Ediciones Civilización Global.

Ikeda, D. (2012a). Por una sociedad global sostenible: Aprendizaje para el empoderamiento y el liderazgo. Propuesta sobre el medio ambiente 2012. Recuperado de https://www.daisakuikeda.org/es/assets/files/Propuesta-sobre-Medio-Ambiente-2012.pdf

Ikeda, D. (2012b). Seguridad humana y sostenibilidad: el respeto universal a la dignidad de la vida. Propuesta de paz 2012. Lima, Perú: Asociación Peruana de la Soka Gakkai Internacional.

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Soka Gakkai Oficial. Una revolución silenciosa. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=ytSHqNw7UM8&t=64s

Soka Gakkai. Acción sobre asuntos globales. Recuperado de https://www.sokaglobal.org/es/in-society/action-on-global-issues.html

Notas de autor

Email: mpolos1@unmsm.edu.pe

Información adicional

ORCID: Miguel Ángel Polo Santillán: Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú

FUENTE DE FINANCIAMIENTO: El estudio fue autofinanciado

CONFLICTOS DE INTERÉS: El autor declara que no existe conflicto de intereses.

AGRADECIMIENTO: No aplica

PROCESO DE REVISIÓN: Este estudio ha sido revisado por pares externos en modalidad de doble ciego.

DECLARACIÓN DE DISPONIBILIDAD DE DATOS: No aplica

© Equipo Editorial de la Revista PURIQ