ARTÍCULOS
APROXIMACIÓN A LOS CONCEPTOS DE CAMPO, HABITUS, CAPITAL Y VIOLENCIA SIMBÓLICA DE BOURDIEU
APPROACH TO BOURDIEU’S CONCEPTS OF COUNTRYSIDE, HABITUS, CAPITAL AND SYMBOLIC VIOLENCE
Puriq
Universidad Nacional Autónoma de Huanta, Perú
ISSN: 2664-4029
ISSN-e: 2707-3602
Periodicidad: Cuatrimestral
vol. 3, núm. 2, 2021
Recepción: 28 Enero 2021
Aprobación: 23 Abril 2021
Autor de correspondencia: gergette.vargas@gmail.com
CITAR COMO: Vargas Huanca, G. (2021). Aproximación a los conceptos de campo, habitus, capital y violencia simbólica de Bourdieu. Puriq, 3(2), 205–214. https://doi.org/10.37073/puriq.3.2.166
Resumen: En este texto la autora analiza los conceptos de campo, habitus, capital y violencia simbólica de Pierre Bourdieu para explicar la propia disposición a aceptar “el orden de las cosas” a partir de la consideración del juego de roles que se asume como “natural”. Se considera que dichos conceptos son constitutivos para acercarse al planteamiento teórico de Bourdieu y realizar un análisis del comportamiento social. En el artículo, mediante un análisis bibliográfico de diversas fuentes especializadas y del mismo autor referido, se presentan reflexiones sobre los alcances de dichos conceptos y su aplicación a diversos aspectos de la realidad.
Palabras clave: campo, habitus, capital y violencia simbólica.
Abstract: In this text the author analyzes Pierre Bourdieu’s concepts of field, habitus, capital and symbolic violence in order to explain one’s own disposition to accept “the order of things” based on the consideration of the game of roles that are assumed as “natural”. It is considered that these concepts are constitutive to approach Bourdieu’s theoretical approach and to carry out an analysis of social behavior. In the article, through a bibliographic analysis of various specialist sources and the author himself, reflections on the scope of these concepts and their application to various aspects of reality are presented.
Keywords: field, habitus, capital and symbolic violence.
INTRODUCCIÓN
En lo que respecta a los modernos estudios sociológicos, no cabe duda de que Pierre Bourdieu ha ejercido una influencia notable. Sus conceptos han sido desarrollados y aplicados a los más diversos campos del conocimiento sociológico. De hecho, incluso análisis innovadores como los de Castell (1996) y su teoría de la “sociedad red” son deudores de las ideas del autor francés. En ese sentido, aunque no se trata de un resumen comparativo, en lo que sigue se explicará cómo entiende el autor sus conceptos de campo, habitus, capital y violencia simbólica.
Se ha dicho que el concepto de campo, junto al de habitus y de capital, son los conceptos transversales a toda la obra de P. Bourdieu. De ahí que la aclaración de tales conceptos puede aportar para comprender su pensamiento. Estos conceptos cuentan con diversas interpretaciones, pero una sola es la que obtiene al interior del sistema teórico de Bourdieu, en otras palabras, el concepto de campo solo tiene sentido si se lo estudia en relación con otros elementos que componen el conjunto teórico mayor del pensamiento del autor.
EL CONCEPTO DE CAMPO, HABITUS Y CAPITAL
Un campo es de hecho una estructura multiforme cuyos límites no son claros o están constantemente cambiando debido a una propiedad fundamental, su dinamismo (Bustamante, 2016). El conjunto de elementos que componen un campo no se configuran por ser “cosidad”, por su ser objetos, sino que se configuran en su capacidad para relacionarse de uno y diversos modos que son propios de dicho campo. Las formas y las posibilidades de relación son las particularidades de un campo, pues “pensar en términos de campo es pensar relacionalmente” dice Bourdieu (Bourdieu, 2013, p.149). Entre las relaciones de los campos se dan relaciones de poder que se constituyen sobre la base de un valor propio de un campo (Chapela, 2014). Este valor es el capital. El habitus, vendría a ser la historia empírica de cómo ciertas configuraciones y “juegos” de los agentes le ofrecieron ganancia o pérdida de capital. Bourdieu propone que “el habitus hace posible la producción libre de todos los pensamientos, todas las percepciones y todas las acciones inscritas en los límites inherentes a las condiciones particulares de su producción” (Bourdieu, 2007, p.89). En ese sentido, es importante subrayar que el habitus no es un hábito, sino más bien, se debe entender en cuanto la relación dinámica entre un campo y los diversos capitales (Posada, 2017), porque ofrecen una explicación de cómo los agentes se mueven para conseguirlos en términos prácticos. “A través de él, la estructura de la que es el producto gobierna la práctica” (Bourdieu, 2007, pp.89-90), es decir, el habitus crea la historia a partir de la práctica individual y colectiva que obedece a los mismos esquemas que con anterioridad se han gestado en la historia.
Si se piensa en la propia sociedad, es decir, la que se vive en la actualidad, el conjunto de agentes o actores sociales tienen la particularidad de estar integrados por relaciones. El campo sería la configuración virtual de las posibilidades y alcances de estas relaciones. Un campo no se limita a espacios, ni sociedades ni estratificaciones. El campo puede atravesar toda construcción social (Bourdieu,2013). Es por eso por lo que, para Bourdieu, lo real, dice, es la relación objetiva de los agentes al interior de un campo. La objetividad de las relaciones se basa en la identificación de posiciones al interior del campo (Capdevielle, 2012). Una posición es una referencia de un agente frente a otro, ya sea como individuo o como institución, en una relación de dominio o de poder. Se verá más adelante, cuando se decida que el poder, en un determinado campo es el capital por el cual los agentes, individuos e instituciones, luchan y compiten para obtenerlo. En ese sentido, las relaciones de poder y de dominio son las relaciones fundamentales al interior de un campo.
Estas relaciones de los agentes siempre se dirigen a mantener o cambiar las reglas de un determinado campo. Esta estructura multiforme no necesariamente se basa en la aceptación global de sus participantes, pero se sostiene, sí, en la creencia común de que algo tiene el suficiente valor (capital) para “jugar el juego de las relaciones” que dicho campo propone (Bourdieu, 2009). Si se es un poco más particular, se puede pensar en términos de Bourdieu, en los grupos literarios o de economía. Los agentes juegan sus relaciones de poder porque le han conferido cierto valor (capital) a, por ejemplo, ser publicado, ser admirado, ser escuchado en charlas, ser invitado a dictar diversos seminarios, etcétera (Bourdieu, 1997). De este modo, un campo adquiere sentido para sus participantes, pues son ellos mismos quienes se lo confieren.
EL JUEGO Y EL EJERCICIO DEL PODER EN LOS CAMPOS
Sin duda, la palabra “juego” no es gratuita. No evoca necesariamente solo a un juego de niños, sino que también a la teoría de los juegos del lenguaje de Wittgenstein. Sin entrar en mayores detalles acerca del filósofo austríaco, decía que conocer un idioma y, por lo tanto, hablarlo bien depende del uso adecuado de las palabras en un lugar y momento (Wittgenstein, 1988). Del mismo modo, los juegos de relaciones de poder de los que habla Bourdieu existen al interior de un campo, se trata de un juego de lenguaje que tiene las siguientes características: en primer lugar, este es un juego donde las reglas no son objetivas (Bourdieu y Wacquant, 2005). Nada constriñe al juego, simplemente se ejecuta. Es decir, es probable que los mismos agentes de un campo no sepan cómo llegaron ahí. De hecho, no hay nada escrito que indique cómo deben comportarse o relacionarse, por ejemplo, los literatos. Las formas y proceso son subjetivamente compartidos. En segundo lugar, en efecto, se trata de compartir las mismas experiencias y creencias de fondo; algo así como un paradigma. En ese sentido, lo que sirve para un juego, es decir, lo que vale para un campo es posible que en otro no tenga el menor sentido:
Los jugadores acuerdan, por el mero hecho de jugar y no por medio de “contrato”, que el juego merece ser jugado, que vale la pena jugarlo, y esta cohesión es la base misma de su competencia. Tenemos también cartas de triunfo, esto es, cartas maestras cuya fuerza varía según el juego: así como el valor relativo de las cartas cambia para cada juego, la jerarquía de las diferentes especies de capital (económico, social, cultural, simbólico) varía en los distintos campos. (Bourdieu y Wacquant, 2005, p. 151)
En otras palabras, hay cartas que son válidas, eficaces en un campo, pero su valor relativo como cartas de triunfo es determinado por cada campo e incluso por los sucesivos estados del mismo campo. El valor de la carta se evalúa por la posición que le confiere a quien la posee, pues “en cada momento, es el estado de las relaciones de fuerza entre jugadores lo que define la estructura de campo” (Bourdieu y Wacquant, 2005, p. 152) la fuerza se mide por la cantidad y calidad de capital que alguien posea y que sea efectivo en determinado campo.
Ahora bien ¿cómo se sabe a qué campo, por ejemplo, cada uno, pertenece? La cuestión respecto de los límites del campo es difícil. Debido a que se trata de relaciones subjetivas de poder, y no de cosas, un campo es infinitivamente uno y diverso. Sus relaciones y el alcance de estas pueden encontrar a agentes de otros campos. La diferencia, por tanto, con otras teorías como las estructuralistas, es que la lógica de los campos exige analizar la situación actual, así como la historia de las situaciones de un agente en un campo. Es decir, se estudia cómo jugó sus cartas de poder, qué hizo, qué perdió. La historia es, pues, un componente propio de la teoría de los campos que difícilmente puede ser incluido en las teorías estructuralistas.
EL CAMPO Y LAS RELACIONES DE PODER
Una pequeña digresión, en la propuesta de Castell (1996) se ha estimado que las relaciones de poder al interior de los campos, que él llamaba “redes”, tienen su ser en la comunicación. La premisa fundamental con la que Castell comienza su libro es que el poder, la capacidad que ciertos actores sociales (individuos e instituciones) tienen para ejercer un dominio sobre otros, este poder, dice, depende en gran medida del control que se tiene de la comunicación (Castell, 1996). En la actualidad, los actores sociales se relacionan mediante relaciones de poder y, como se apuntó, esto significa relaciones de poder. La sociedad red no está relacionada entorno de intereses comunes, sino que sus actores pueden conformar estructuras contradictorias que surgen del conflicto con otros actores. Las sociedades en general, para Castell, se entienden así, como estructuras en conflicto. El conflicto, o también las relaciones de poder, son lo que dan unidad a la red. Lo interesante es que estas relaciones no son uniformes, sino que se trata de relaciones económicas, sociales, políticas, de género, etcétera, que vuelve complejo el estudio. Entonces, el poder es una capacidad que los actores tienen para relacionarse. Al poder adviene la dominación, que no es sino la institucionalización de poder. Históricamente, dice Castell, el Estado ha sido la primera forma de dominación:
Así pues, el poder no se localiza en una esfera institucional concreta, sino que está repartido en todo el ámbito de la acción humana. Sin embargo, hay manifestaciones concentradas de relaciones de poder en ciertas formas sociales que condicionan y enmarcan la práctica del poder en la sociedad en general imponiendo la dominación. El poder es relacional, la dominación es institucional. (Castell, 1996, p. 39) La historia también muestra que la característica actual en la que el Estado se desenvuelve como institución de poder es la globalización y el nacimiento de la llamada sociedad red, ambas dependen de las redes de comunicación (Castell, 1996). El advenimiento de estas dos realidades lo que ha logrado es transformar la idea del Estado y la legitimación de poder. El Estado no solo depende de su constitución, pues este es un documento de poder interno que no tiene valor transnacional. De ahí también que la acción comunicativa de la democracia, como esperaba Habermas (Ángulo, 2018), tampoco pueda sostener un poder real estatal, simplemente porque no es reconocido supranacionalmente. La sociedad se entiende ya no como un conjunto territorial, sino más bien como un conjunto de relaciones de poder superpuestas que son a la vez nacionales y a la vez internacionales. La sociedad red, muy probablemente, no tiene límite alguno que la defina (Castell, 1996), sino que, las relaciones de poder traspasan todo territorio e incluso las naciones:
Las redes (y el conjunto de intereses y valores que representan) compiten o cooperan entre sí. Esta capacidad depende de la existencia de códigos de traducción e interoperabilidad comunes (protocolos de comunicación) y del acceso a los puntos de conexión. La competencia depende de la habilidad para superar a otras redes gracias a una mayor eficiencia en el funcionamiento o en la capacidad de cooperación. La competencia puede adquirir también una forma destructiva, cuando logra alterar las redes competidoras y/o interferir en sus protocolos de comunicación. (Castell, 1996, p.46)
La sociedad actual no se estudia por sus integrantes, ni por los espacios físicos que la configuran y limitan, sino que, la globalización ha significado la apertura de relaciones que se establecen por diferentes bases, ya sea económicas, políticas, sociales, de cultura, de intereses, artística, etcétera, y que se superponen unas a otras (Haour, 2007). La mundialización ha permitido que las jerarquías de poder no controlen la capacidad de las redes para permitir el ingreso de nuevos actores. Actualmente, por ejemplo, la Internet y las comunicaciones globales de cualquier tipo permiten la interrelación de diversos y muchas redes sociales. Son, en ese sentido, flexibles, adaptables a cualquier contexto y tienen capacidad de supervivencia: Una sociedad red es aquella cuya estructura social está compuesta de redes activadas por tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en la microelectrónica. Entiendo por estructura social aquellos acuerdos organizativos humanos en relación con la producción, el consumo, la reproducción, la experiencia y el poder expresados mediante una comunicación significativa codificada por la cultura. (Castell, 1996, p.51)
Los cambios sociales crean un mundo que se aprende en la práctica, un escenario en el que actúan dominados y dominantes. Todos participan de un sistema de estructuras cognitivas y motivadoras que refuerzan sus respectivos comportamientos, pues el habitus actúa cuando encuentra a otras personas que lo naturalicen (Bourdieu, 2007).
EL CAPITAL Y LA VIOLENCIA SIMBÓLICA
Bourdieu y Wacquant (2005) creen que los campos imponen ciertos “honorarios de admisión” con los que se puede descartar a ciertos agentes del interior del campo. Se puede pensar, por ejemplo, en la gran población del país que es pobre. Ellos no existen como “consumidores” para las empresas, porque no tienen poder adquisitivo. Sin embargo, en el campo del capitalismo, la oferta y la demanda, así como sus posibilidades concretas siempre estarán considerados. En otras palabras, puede ocurrir que, en la dialéctica del poder al interior de un campo, el valor o capital se concentre de un solo lado, un solo grupo, de tal modo que la dominación vuelve al campo rígido, pero eso indiscutiblemente también afectará a los otros. Este es un problema fundamental de toda explotación humana y que Bourdieu cree que se debe evitar a toda costa:
Un último punto crítico: los agentes sociales no son partículas mecánicamente empujadas y tironeadas de aquí para allá por fuerzas externas. Son, más bien, detentores de capitales y, dependiendo de su trayectoria y de la posición que ocupen en el campo en virtud de su dotación (volumen y estructura) de capital, tienen una propensión a orientarse activamente ya sea hacia la preservación de la distribución de capital o hacia la subversión de dicha distribución. (Bourdieu y Wacquant, 2005, p.165)
El capital es, en una primera aproximación, aquello que los agentes sociales cuentan para obtener el poder al interior de un determinado campo. El capital les permite ocupar la posición del superior o del dominio, en cambio, la falta de este ofrece lo inverso. Por ejemplo, en el mundo académico, un capital serían los títulos obtenidos. En tal sentido, tanto el que los posee como el que no los tiene saben, conocen y le otorgan un valor a dicho capital, el que lo constituye como deseable y como núcleo de relaciones dentro de la lógica de este campo particular. En cambio, para un empresario, para un hombre de negocios, quizás no le quite el sueño no tener un título en Humanidades, por ejemplo, sino que el valor está puesto en otro bien. Ciertamente, estaríamos en dos campos diferentes, pero el ejemplo ilustra el papel que ocupa el capital. El capital es todo aquello que le confiere valor a quien lo posee, o especies de valor, como propone Bourdieu (1997) le ofrece, en otras palabras, poder para la dominación al interior de un campo particular.
Así, el pasado se perpetúa, tanto la organización y visión del mundo mediante la recepción de refuerzos permanentes a través de expresiones colectivas, públicas e individuales. Aunque, “ese inconsciente cultural que todavía portamos jamás encuentra expresión directa y abierta en la tradición letrada del Occidente” (Bourdieu, 995, p.13). La sociedad reproduce este orden social y cósmico a razón de la violencia simbólica. Esta se define como Esa coerción que se instituye por mediación de una adhesión que el dominado no puede evitar otorgar al dominante (y, por lo tanto, a la dominación) cuándo sólo dispone para pensarlo y pensarse o, mejor aún, para pensar su relación con él, de instrumentos de conocimiento que comparte con él y que, al no ser más que la forma incorporada de la estructura de la relación de dominación, hacen que ésta se presente como natural...” (Bourdieu,1999, p. 224-225).
Así, la violencia simbólica se imprime en el cuerpo, la mente, las decisiones, los valores, la estructura inconsciente individual y colectiva “al punto de volverse inevitable” (Bourdieu,1995, p.16). Los sujetos entre sí refuerzan sus prácticas y cuando se equivoca en la respuesta al escenario determinado, el grupo lo sanciona y el sujeto rectifica, esto se logra por el habitus.
EL HABITUS
La noción de habitus, para Bourdieu (2000), se construye y constituye en la práctica. De hecho, la idea explicada de los campos puede aclararlo. Un habitus es la forma como se configura el sentido histórico de las decisiones de los agentes que actúan, no por un universal racional, sino que tras la evaluación de sus propias posiciones al interior del campo y de sus posesiones de capital, abundante o exiguo. La construcción de valor y del capital, una vez más, no es trabajo individual. Tanto la noción de capital como la de habitus se construyen en las relaciones sociales (Bourdieu, 2000). No se trata del hábito personal, de las disposiciones personales: “Hablar de habitus es aseverar que lo individual, e incluso lo personal, lo subjetivo, es social, colectivo. El habitus es una subjetividad socializada” (Bourdieu y Wacquant, 2005, p.186) de hecho, el sujeto presenta siempre una disposición o trayectoria social en relación con las probabilidades objetivas de aumentar o decrecer su capital:
El principio de la dinámica de un campo yace en la forma de su estructura y, en particular, en la distancia, las brechas, las asimetrías entre las diversas fuerzas específicas que se confrontan entre sí. Las fuerzas que están activas en el campo son las que definen el capital específico. Un capital no existe ni funciona salvo en relación con un campo. Confiere poder al campo, a los instrumentos materializados o encarnados de producción o reproducción cuya distribución constituye la estructura misma del campo y a las regularidades y reglas que definen el funcionamiento ordinario del campo. (Bourdieu y Wacquant, 2005, p.155)
Dicho de otro modo, las personas como agentes de los campos ha internalizado, mediante un proceso de condicionamiento múltiple, las oportunidades objetivas que enfrenta. Las personas saben cómo anticiparse a las reacciones del campo si prefieren una u otra actividad en su interior Bourdieu (2000). Asimismo, en la propuesta de Bourdieu y Wacquant (2005) afirman que, Las relaciones lingüísticas son siempre relaciones de poder simbólico a través de las cuales las relaciones de fuerza entre los hablantes y sus respectivos grupos se actualizan de forma transfigurada. En consecuencia, es imposible aclarar cualquier acto de comunicación con el análisis lingüístico como única brújula. Incluso el más simple intercambio lingüístico pone en juego una red compleja y ramificada de relaciones de poder históricas entre el hablante, dotado de una autoridad especial específica, y una audiencia o público que reconoce dicha autoridad en diversos grados, como también ocurre entre los grupos a los que pertenecen respectivamente. (p.217)
La lingüística, la gramática, la función de la comunicación o el lenguaje en general, como elemento de relación entre agentes de un campo, es también una forma más de relación de poder entre los mismos, tal como se ha visto. ¿cómo surge la violencia simbólica? Esta es la violencia operada, entre tantas otras, por medio del lenguaje. Existen, pues, lenguas dominantes, como la lingüística más moderna diría, variedades cuyos países cuentan con un ejército para imponerla (Bourdieu, 2000). De hecho, como ejemplo, se podría referir a la conquista americana. La historia posterior, pero también la comunicación in situ se tuvo que adaptar a la lengua de los dominantes. Para contextualizar un poco, entre el español y el quechua en la colina americana se prefirió a expandir el idioma español. Este lenguaje tiene y denota un poder en sí mismo de tal modo que ejerce violencia contra aquellos que no la dominan. Es decir, el ejercicio de la lucha o juego de poder entre los dominantes y los dominados.
No solo se trata de una condición de superioridad actual, sino de una violencia que se ejerce contra los usuarios de una lengua que, por ello mismo, son depositarios de una historia de dominación:
Si un francés habla con un argelino, o un negro norteamericano con un WASP, no son ellos quienes hablan, uno al otro, sino, a través de ellos, la historia colonial en su conjunto, o la historia total del sometimiento económico, político y cultural de los negros en Estados Unidos (o de las mujeres, los trabajadores, las minorías) (Bourdieu y Wacquant, 2005, p.209)
Para evidenciar su postura, Bourdieu (2013) propone que la violencia simbólica existe, porque, si fuesen conscientes, los usuarios podrían “ponerla entre paréntesis” y continuar viviendo sin mayor afectación. Por ejemplo, en un hogar y casa, o en las relaciones con amigos, hay un pacto de no violencia en que algunas palabras o proposiciones enteras que caerían mal y ofensivas en otros contextos, en el contexto amical no lo son así. Nuevamente, el habitus también puede ser entendido, en un aspecto, como un habitus lingüístico. Toda declaración lingüística, oral o escrita, tiene la potencialidad de ser un acto de violencia, porque constituye de hecho una relación de poder de unos a otros.
No autoengañarse, parece advertir Bourdieu, el poder del lenguaje le viene de afuera. Se puede imaginar una situación en que se dice “cierra la ventana”. Esta no es una expresión neutral, sino que connota y conserva la fuerza, el poder y la dominación de aquel que lo dice. Si se le solicita al presidente de la República, quizás no se obtenga respuesta inmediata. Pero la orden, por ejemplo, de un padre, o de una autoridad a un subordinado, normalmente, en condiciones adecuadas, tiene una respuesta inmediata. El ejercicio de poder es más evidente a diferencia de la violencia simbólica que actúa sin la consciencia de los usuarios, incluso sin la de los dominantes.
CONCLUSIONES
Primero, el campo para Bourdieu es considerar las dinámicas de las relaciones de los agentes y cómo estos se involucran de acuerdo con sus intereses, los que son independientes de su propia conciencia o alguna voluntad, de lo que se infiere, que esta práctica es mecánica. Esto en función del planteamiento del autor, quien considera que “existen estructuras objetivas independientes de la voluntad de los individuos” (Chihu,1998). En este punto, es precisamente el habitus la explicación de estas prácticas.
Segundo, el habitus es la explicación de cómo es que se experimenta la percepción y la respectiva acción que a esta experiencia le corresponde, “al terreno de las estructuras corresponden los campos y al terreno del constructivismo le corresponden los habitus” (Bourdieu, 1989, como se citó en Chihu, 1998). De lo que se infiere que para entender la propuesta se debe considerar lo social en múltiples dimensiones al mismo tiempo, el habitus resulta el enlace entre lo social y la acción individual, esta última ha incorporado para sí lo social en su subjetividad.
Tercero, la manera en que las personas se vinculan, relacionan o interactúan puede evocar conceptualmente la idea del juego, en este se manifiesta las relaciones de poder, tanto a nivel físico, objetivo o simbólicamente. De ahí que se habla del establecimiento de estructuras y esquemas que, sin ser conscientes en muchos aspectos, tanto los dominados como los dominantes las aceptan e internalizan para responder a ellas, de manera práctica, cuando se encuentren en una situación determinada, disposición adquirida en pensamiento, visión, apreciación y acción.
Cuarto, el mundo virtual en el que la población mundial cada vez se inserta más, la aldea global, cuenta también con estructuras y luchas de poder. Estas se han incrementado exponencialmente, en cuanto la cantidad de usuarios que participan. Asimismo, la globalización ha contribuido a fomentar dichas estructuras, las han interiorizado y aceptado, el habitus se refuerza y les pauta la respuesta ante el posible escenario para no errar.
Quinto, la violencia simbólica está puesta en el mundo, quizás suena muy heideggeriano en su sentido más básico, pero basta con pensar en un posible escenario para evidenciar la complicidad de ambos grupos (dominantes y dominados). Sea el lenguaje que se usa, quizás el inglés para encontrar más respuestas en los buscadores y, probablemente, menos idiomas originarios con el fin de abarcar más publicaciones, la ropa que se selecciona y dónde se compra, las páginas web que se deciden consultar, etcétera., su estructura objetiva y la cognitiva refuerza la “aceptación del orden de las cosas”. Todas estas son formas en que tanto dominantes como dominados participan de ella, aunque sin conciencia y, seguramente, perpetuando su ser con la asimilación.
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Notas de autor
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