ENSAYO
LA VIDA ES UNA TÓMBOLA: IMAGINARIO SOCIAL COMUNITARIO EN PRESENCIA DEL COVID-19
LIFE IS A RAFFLE: COMMUNITY SOCIAL IMAGINARY IN THE PRESENCE OF COVID-19
A VIDA É UMA TÔMBOLA: O IMAGINÁRIO SOCIAL DA COMUNIDADE NA PRESENÇA DA COVID-19
Puriq
Universidad Nacional Autónoma de Huanta, Perú
ISSN: 2664-4029
ISSN-e: 2707-3602
Periodicidad: Continua
vol. 4, e270, 2022
Recepción: 01 Agosto 2021
Aprobación: 10 Marzo 2022
Publicación: 31 Marzo 2022
Autor de correspondencia: josemorarosales20@gmail.com
CITAR COMO: Mora-Rosales, J. C. (2022). La vida es una tómbola: imaginario social comunitario en presencia del Covid-19. Puriq, 4, e270. https://doi.org/10.37073/puriq.4.270
Resumen: El propósito de este ensayo fue reflexionar acerca de la posibilidad de contagiarse con el COVID-19, al transgredir las normas de autocuidado, lo cual invita a hacerlo desde lo metafórico de la frase “la vida es una tómbola”. Para centrar el impacto que sobrevino al escuchar decir “a mí no me va a pasar”, en tanto al recorrer la “ciudad jardín” de Venezuela, percibí un aspecto del imaginario comunitario, respecto al significado que le otorgaban al riesgo de contagio, lo que ha alterado la vida cotidiana de la comunidad. Se trata de un conjunto de voces diversas y sus narraciones compartidas, a las cuales se aplicó la hermenéutica de la escucha activa, donde emergen categorías clave del imaginario social comunitario, porque ellos son los protagonistas: la familia, la gente en la calle, expresando el pensamiento urbano acerca del azar de contagio, a propósito de las festividades navideñas.
Palabras clave: vida, imaginario Social, comunitario, COVID-19.
Abstract: The purpose of this essay was to reflect on the possibility of being infected with COVID-19, by transgressing the rules of self-care, which invites us to do so from the metaphorical of the phrase "life is a tombola"; to focus on the impact that came from hearing "it's not going to happen to me", while touring the "garden city" of Venezuela, I perceived an aspect of the community imaginary, regarding the meaning they gave to the risk of contagion, which has altered the daily life of the community. It is a set of diverse voices and their shared narratives, to which I applied the hermeneutics of active listening, where key categories of the community social imaginary emerge, because they are the protagonists: the family, the people in the street, expressing the urban thought about the chance of contagion, about the Christmas festivities.
Keywords: life, social imaginary, community, COVID-19.
Resumo: O objetivo deste ensaio foi refletir sobre a possibilidade de se infectar com a COVID-19 ao transgredir as normas de autocuidado, o que nos convida a fazê-lo do ponto de vista metafórico da frase "a vida é uma tômbola". Para enfocar o impacto de ouvir "isso não vai acontecer comigo", ao percorrer a "cidade jardim" da Venezuela, percebi um aspecto do imaginário da comunidade em relação ao significado que eles davam ao risco de contágio, o que alterou a vida cotidiana da comunidade. Trata-se de um conjunto de diversas vozes e suas narrativas compartilhadas, às quais foi aplicada a hermenêutica da escuta ativa, em que emergem categorias-chave do imaginário social da comunidade, porque são os protagonistas: a família, as pessoas na rua, expressando o pensamento urbano sobre o risco de contágio, em relação às festividades de Natal.
Palavras-chave: vida, imaginário social, comunidade, COVID-19.
INTRODUCCIÓN
Para desarrollar este ensayo se seleccionaron dos aristas, entre otras que coexisten con esta realidad actual, las cuales transversan entre sí, a fin de analizar diferentes visiones caleidoscópicas de una misma situación contextual. La primera arista teleológica es la postura que adopta la comunidad respecto a cómo aprecia la vida y la segunda arista se refiere a considerar como la primera arista transversa el imaginario social comunitario respecto a la pandemia por el COVID-19.
Sin duda alguna, la comunidad puede ser estudiada como un “texto”, en términos hermenéuticos (eiségesis) y fenomenológicos, para comprender a las comunidades en una perspectiva diferente, en este sentido, Ríos (2021) acota “La hermenéutica nos permite ver los signos más allá de solo indicadores o al lenguaje como un simple medio de expresión, más bien, apuesta por una relación biunívoca entre el ser humano y el lenguaje” (p.149). Sin embargo, en este ensayo reflexivo se aborda la temática desde la propia vivencia con apoyo de una revisión documental (intercambios en plataforma digital y libros en físico), a fin de mostrar otra mirada de la comunidad y la asunción de la pandemia.
Se realizaron ejercicios de observación estructurada, prestando atención el comportamiento de la comunidad. Ese proceso de recogida de información se integra como micro acontecimientos, que articulan con otros factores conformando el paisaje situacional categorial; asimismo, se tomaron registros en la libreta de notas desde la activación del sentido de la escucha.
Es interesante destacar, lo manifestado por Soru et al (2012) al refrendar la expresión “cada comunidad posee un sistema de significados propios, que condicionan la forma de entender, explicar y responder a sus experiencias de sufrimiento” (p.114). Efectivamente, existe una diversidad de creencias populares que son aceptadas con confianza en diferentes épocas de la historia, acerca de calamidades provocadas por virus o bacterias, las cuales han producido muchas muertes.
Desde esta óptica, las creencias de la población han influido en la toma de decisiones para evitar o conjurar las amenazas que se presenten en materia de salud pública y, generalmente, estas tienen poco o ningún respaldo científico. Usualmente se desarrollan alrededor de evidencia anecdótica, crisis, temas críticos y preocupaciones de grupos interesados organizados (Brownson et al, citado en Cediel-Becerra y Krause, 2013). Esto ayuda a tranquilizar momentáneamente a la gente, uniéndolas en comunidad en tanto todos recurren a la misma práctica de prevención de la enfermedad, lamentablemente también el exceso de información por las redes sociales, el internet o la televisión promueven y fortalecen estas creencias, sumando al imaginario colectivo una suerte de misticismo o confianza en el azar (Moreno y Lache, 2020).
En este orden de ideas, Ortega Guizado (2021) argumenta:
La reflexión desde la experiencia hace posible que converjan todos aquellos elementos subjetivos de la existencia de y en cada ser humano que le da ese grado de objetividad a la persona humana, pues la misma es también alma, conciencia, mente y gracias a ello está en la capacidad de adentrarse en el proceso de comprensión de lo real.
Obviamente, cuando se aborda y presenta un tema para su discusión y reflexión es necesario apoyarse en una revisión bibliográfica, además de ubicarse en una corriente filosófica, en este caso interesa Lévinas (1987; 1993; 1994). A lo largo de la obra de este filósofo se puede apreciar la introducción de uno de los elementos más representativos del accionar filosófico y es el concepto del ‘rostro’, como aspecto metafórico de ‘vulnerabilidad’. Al respecto, la experiencia del Covid-19 genera el surgimiento de la vulnerabilidad en cada individuo en un espacio de tiempo que lo asfixia de manera personal, pero también la han visto reflejada en los otros con los que habitan la ciudad, al encontrase con el dolor que se refleja en el rostro del otro.
Además, se considera importante el pensamiento de la sociología de Giddens (1994; 2000) con su análisis de las transformaciones de la sociedad contemporánea. Este sociólogo caracteriza su obra como un marco conceptual para el análisis de la forma en que los seres humanos hacen su propia historia. Este autor sostiene que cuando un ciudadano intercambia palabras con otra persona, paseando por las calles de la ciudad, puede parecer algo con poco o sin interés alguno, esta acción podría mirarse rutinaria como parte de la cotidianidad, pero lo que sí es interesante de todo esto es que se aprende mucho de sí mismo como seres sociales y de la vida social en general. (p.107)
En este orden de ideas, es de dominio público que en las sociedades modernas la mayoría de la gente vive en centros urbanos, interactuando constantemente con gente a la que no conoce personalmente. No obstante, el lenguaje gestual y las actitudes se utilizan continuamente para complementar las palabras, además de advertir significados cuando no se dice nada. Las palabras empleadas en el habla cotidiana no tienen significados precisos, por ello se realizan acciones tácitas que permitan sobrentender lo que se quiere decir (Giddens, 2000, p.108).
Al colocar en contexto lo que Lévinas y Giddens plantean desde sus miradas y planteamientos, el significado que proyecta la situación social provocada por la pandemia del COVID-19, se revela al escuchar las narrativas de los sujetos de la ciudad, lo que piensan o más bien cuáles son las concepciones que definen su imaginario social comunitario, respecto a la creencia que sostiene la “seguridad” de que al salir del confinamiento, en momentos de restricciones totales de contactos físicos o en momentos de flexibilidad para cumplir con responsabilidades fuera de su hogar, afianzados en la idea de no ser muy vulnerables, mostrando el “rostro levinasiano” como significante de sensibilidad simboliza la incontrolable susceptibilidad frente al sufrimiento ajeno, sin embargo priva más lo económico que la existencia, paseándose bajo el “techo’” de la incertidumbre apostando la vida, porque consideran que no se van a contagiar, escuchando la expresión “a otros sí; a mí no me va a pasar”, es una afirmación general, por lo que se intuye que juegan al azar sin mucha responsabilidad de autocuidado, miran al virus con liberalidad como una tómbola donde el que no se contagie “ganó el premio”, ha tenido suerte en esto, es un comportamiento poco ético y humano que caracteriza a la posmodernidad. La ética de la alteridad (Lévinas) y la ética del cuidado (Gilligan), citados por Idareta y Úriz (2012), comparten que el uso exclusivo y racional de los principios puede dejar en un segundo plano la afectividad humana. Para Bauman (2009), la ética posmoderna es la ética de Lévinas, una ética que busca restablecer el significado de la proximidad. La trascendencia de Bauman (2008), en cuanto al arte de vivir la expresó de la siguiente manera: “En nuestra sociedad individualizada todos somos artistas de la vida, ya sea por propia elección o por imperativo social. Y esto es así lo creamos o no, nos guste o no” (p.67). Realiza una brillante descripción de las condiciones en las que el ser humano elige cómo quiere vivir y de las limitaciones que pueden imponerse a dicha elección.
Asimismo, está altamente difundida en disímiles medios y por la red social, opiniones, comunicados oficiales o no, entrevistas, notas periodísticas, entre otros, que conjuntamente conforman la paráfrasis estructurada: la gente no ha concienciado que este virus SARS-COV-2 tiene una alta velocidad de replicación capaz de desarrollar rápidamente mecanismos de resistencia. Analizando, es dable preguntar en un país como Venezuela, donde todo se circunscribe a la duda, ¿de qué exactamente se duda cuando se informa sobre la pandemia del COVID-19? Es decir, ¿la gente tiende a dudar de todo lo que se dice?, ¿conocen la alta virulencia de las distintas cepas y ahora del Ómicron?
En este sentido, Villalobos (2020) expresó que hay una infodemia la cual provoca dudemia, en tanto ayudan a generar otras informaciones nuevas en tiempo récord. Sobre todo, la Nueva Televisión del Sur C.A. (2021) informó que a finales de año “siete nacionales recién llegados de Panamá, República Dominicana y Europa fueron confirmados casos positivos a la variante Ómicron, siendo los primeros contagios en el país de la nueva mutación del coronavirus SARS-COV-2”.
Bajo esta perspectiva, es objeto de refutación que el virus COVID-19 ha disminuido su virulencia por lo que es altamente riesgoso haber levantado las restricciones del confinamiento, en este tenor Castiel (2020) señala “debe tenerse en cuenta que el coronavirus es un nuevo microorganismo, por lo que no parece que nadie sea inmune a él (s.p). Por esta razón, salir del aislamiento social sin protección es ‘jugar en una tómbola’. Al respecto, es importante reseñar que de acuerdo con las cifras detalladas por el Ministerio del Poder Popular para la Salud (2021), en el país se han reportado a la fecha presumiblemente 442.178 casos positivos de COVID-19 y 5.299 decesos desde el inicio de la emergencia sanitaria, con muchos casos no confirmados y con conocimiento que muchos contagiados no han ido a los centros asistenciales ni los han reportado.
Desde este horizonte, se fue estructurando la arquitectura cognitiva que orientó el camino propuesto para hacer un acercamiento al imaginario social de la comunidad (desde las categorías emergentes en las narrativas de los sujetos), en tanto hizo que sucedieran encuentros y comenzaran nuevas relaciones con mucha gente que habita en la ciudad y a otras personas de sus entornos más próximos, debido a que llegan a hacer trámites o de compras a un comercio en especial, a un instituto educativo, a una iglesia (de diferentes creencias), a una fiesta en familia, a un reencuentro con alguien que no se ha visto desde que comenzó la pandemia, debido al confinamiento radical o flexible.
A propósito de los encuentros y reencuentros con otras personas en la ciudad, la evocación a Lévinas (1987) fue inminente cuando refiere que al encontrarse las personas cara-a-cara, después de un tiempo distanciadas, inevitablemente se manifiestan respeto y esto tiene un efecto; donde en ese momento todo lo que importa en la ciudad se debe decir a media voz, para “ganar el premio” de no contagiarse con el virus COVID-19 o sus variantes, porque se ha hecho manifiesto en la comunidad los incumplimientos a las disposiciones de cuidado colectivo emanadas del Estado-Nación, como la cuarentena, los aislamientos físicos voluntarios u obligatorios y demás medidas de protección.
Es importante mencionar también, el reencuentro con la familia en tanto es como lo planteó Lévinas (1987), en su obra Totalidad e Infinito “la relación ética cara-a-cara” contrasta también con toda relación que se podría llamar mística, […] en la que los interlocutores se encuentran jugando un papel en un drama que ha comenzado fuera de ellos” (s. p). Tal y como ocurre con la crisis de la pandemia por COVID-19, el virus está fuera de la familia, pero, a la vez lo incluye porque también la familia y sus integrantes son el otro en la ciudad. En este sentido, Viveros (2015) sostiene “Reflexionar la alteridad en la familia es fundamental en tiempos en los que, frente al Otro, hay una especie de constante agresión y, además, se quiere saber poco de la responsabilidad que implica vivir y convivir con los otros” (p.6).
Cabe destacar que, en palabras de Lévinas (1977), “la alteridad es hospitalidad, recibimiento del otro, deseo de establecer un lenguaje con él” (p.58), allí está plasmada la idea de no querer dañar a la familia, al otro en el sentido de proteger amorosamente, porque es el ingreso a un lugar donde se ubican los otros, la familia, que están alegre por el recibimiento y generan una sola voz hospitalaria, acogedora, donde el otro se encuentra complacido, no obstante, la entrega cordial de sí mismo no está separada de desilusiones, por eso tiene un carácter de aventura, según Lévinas, porque no todo en el otro es lucidez, el otro también es sombrío y, con todo, es acogido (Viveros, 2015, p.35).
En este orden de ideas, se propone una reflexión desde lo ontológico existencial, en tanto el sujeto que “ganó en la tómbola” se olvida del otro. De ahí que, se retoma el concepto de ontología de la vulnerabilidad y acerca de lo que es una buena vida planteado por Butler (2014). Siguiendo a Todorov (2008) éste expresa “la vida en común se resquebraja y flaquea por efecto de la hegemonía del ideal de independencia” y Matos (2012) pronuncia la fantasía de invulnerabilidad. Analizando estas posturas, se percibe un dejo de pesimismo al ver al ser humano anclado en su creencia de independencia (¿de qué o cuál independencia?) y de optimismo, fantaseando en la idea de no ser vulnerable, de ahí se va articulando la metáfora de “la vida es una tómbola” para quien quiera o desee (son cosas diferentes), jugarse el todo por el todo al internalizar su invulnerabilidad.
Asimismo, este horizonte de comprensión pesimista-optimista sobre la vida y su devenir está anclado a un discurso ideológico in extenso de la historia, con voces atiborradas de imágenes en cautiverio que violan la autonomía del sujeto (Perfetti, 2018); lo cual debe cambiar y transformarse a medida que se va concienciando el ser humano acerca de valorar la vida, sin arriesgarla demasiado en situaciones como la actual pandemia. Por otra parte, De Siqueira (2001) analiza el principio de responsabilidad de Jonas al manifestar que esto clama por la preservación de la categoría de existencia de la humanidad, donde el ser humano debe concienciar su vulnerabilidad debido a la natural fragilidad de la vida (p.284). Asimismo, Moreno (2012) expresa que “la acción normativa orientada al cuidado de la vida se ha convertido en un fin en sí misma” (p.360).
Desde esta perspectiva, se va nutriendo este ensayo donde el telos que persigue es reflexionar desde el develamiento narrativo acerca de lo que va aconteciendo en la comunidad de la ciudad jardín venezolana y su desdén por un posible contagio con el COVID-19 en tiempos de festividades navideñas. Por otra parte, el colectivo urbano en estos tiempos decembrinos, ignora desde su conciencia objetiva el riesgo de contagio por cualquiera de las variantes que coexisten en la ciudad, y va introyectando un consciente que lo proyecta hacia “perder el premio de la tómbola” en esta oportunidad, en tanto que el deseo de compartir estas fiestas de fin de año los arropa y los hace feliz.
DESARROLLO DE LAS ARISTAS
Una pregunta formulada por Adorno, citado por Butler (2014), que actualmente sigue vigente y además continúa haciéndose sentir de una manera recurrente, es ¿cómo uno puede llevar una vida buena en una vida mala? A tenor dice, “La vida errónea no puede ser vivida correctamente” (p.1) y sin embargo, esto no lo llevó a perder la esperanza sobre la posibilidad de la moralidad o conciencia integral de la virtud. En efecto, Adorno subrayó la dificultad de encontrar una manera de buscar una vida buena para sí mismo, como sí mismo, pero, en la trama de un cosmos que está organizado de manera desigual, donde existe la explotación del hombre encaminándolo hacia la destrucción ética y moral, es algo cuesta arriba.
Desde este horizonte, Ortega y Fernández (2014) refieren respecto al escenario en el cual se encuentra el individuo en esta pandemia, que una “situación límite del miedo y la vulnerabilidad ocurren en un ser existente y concreto que también se pregunta por el sentido que tiene este sufrimiento, esta vulnerabilidad, esta pandemia y todo ello en su afán de aprehender el mundo” (p.41). En efecto, el individuo en su existencia contextual de la pandemia por el coronavirus SARS-COV-2 sufre, porque es vulnerable y muchos no lo quieren reconocer, por eso fantasean al observar movimiento en la ciudad, en la comunidad y en el individuo que aunque no lo percibe de inmediato va transgrediendo las normas de autocuidado y, luego se hace consciente que ha jugado de manera azarosa con su vida, como en una tómbola; pasarán los días y se sabrá si hubo incremento exacerbado en contagio o no.
Entonces, es posible entender por qué es necesario observar la pandemia del COVID-19 como una situación límite, puesto que enmarcando la propia existencia se hace palpable el miedo, sufrimiento, vulnerabilidad, lucha, insatisfacción y muerte, que para ser superadas por el individuo (evitando el contagio en tanto tómbola) se sostiene a la vida, a su existencia por sus creencias, por sus expectativas, por el abrazo navideño.
Por otra parte, en sus obras Lévinas (1993) insiste en las maneras de vinculación con los otros, en la responsabilidad por el otro sin un porqué, como lo expone Zielinski (2011). En tanto, existen los otros que consienten la alteridad concibiéndola como el principio filosófico de alternar o cambiar la propia perspectiva por la del otro, considerando y teniendo en cuenta el punto de vista de quien opina y aceptan su vulnerabilidad como ser humano existencial.
Sin pretensiones de exagerar, la ocurrencia del desenfreno transgresor del ciudadano en la urbe maracayera (y en muchas otras partes del mundo según noticieros por la red social) en esta época navideña, ha transversado toda posibilidad cual “tómbola del mundo”, donde muchos no han tenido mucha suerte y el virus (ahora Ómicron) hace de las suyas, es decir, tiene el camino libre, sin barreras para apoderarse del organismo frágil o no en cuanto ser humano y causar estragos durante su fiesta invasora al cuerpo del individuo.
En este orden de ideas, en una entrevista realizada por López (2016) a Maturana, reconocido mundialmente por establecer una definición del fenómeno de la vida, ha expresado que toda comunidad se fundamenta en las relaciones de convivencia que practican con respeto por el otro aceptándolo como tal, entonces son sociales.
Esto fue develándose, puesto que en las conversaciones sostenidas con varios interlocutores se fueron sustrayendo las frases o palabras clave que dirigen el pensamiento hacia la alteridad que imbuía a los participantes en sus narrativas. El Ser es puro lenguaje y emocionalidad en tanto se manifiesta para trascender, sin que el sujeto se dé cuenta de ello, de manera consciente. Entre las frases más frecuentes se escuchaban las siguientes: “Nooo, chico, que te pasa? Tú crees que me voy a quedar encerrado en mi casa con tanto bonche que viene en estas navidades..”.; “Ni modo, estará el Covid en su punto…yo debo comprar muchas cosas…”; “si tengo un poco de miedo al salir, sobre todo en ese mercado libre que hay mucha gente…y uno no sabe…espero tener suerte y no contagiarme…sería lo último…además de la falta de plata….” ; Tanto encierro me va a volver loca….estaba esperando luz verde jajaja para irme a la playa y a las fiestas para compartir con mis amigos y la familia” a mí no me va a pasar nada!!!” ; “Bueno, si me contagio se me quita rápido porque me daría un covito porque yo tengo las defensas altas”; “tengo conocidos que se han muerto de Covid pero así mismo conozco gente que se ha salvado, aunque dicen que quedan mal….bueno no sé es cuestión de suerte” … yo me cuido con el gel con alcohol…me echo cada rato jajaja, pero igual en el centro de la ciudad hay cada loco y loca….sin mascarilla…bueno la llevan en el cuello unos, otros en la frente jajajaja… otros se la quitan para comerse algo….esto es de verdad una rifa….a quien le toque, le da”.
La narrativa de los ciudadanos, conecta con Lévinas (2000), en su planteamiento: “Por esto, la mejor manera de encontrar a otro es no darse cuenta ni del color de sus ojos” (p. 201). Ahora bien, la cita es clara en tanto conduce a una situación de compromiso para responder a tantas expresiones que en ciertos momentos rebasaron las expectativas, cuando se extrae del repertorio argumentativo propio lo que se debe decir frente al rostro del otro, el cual interpelaba o solo mostraba sus razones de “libertad” para no temerle mucho al contagio; sin embargo la misma comunidad con la misma situación de incertidumbre asomaba un panorama impreciso, con diferentes creencias acerca de la pandemia COVID-19. Al respecto, Giménez (2011) comenta que: “podría decirse que la auténtica libertad se logra en la medida en que uno va siendo capaz de querer bien el bien. Las personas somos capaces de benevolencia desinteresada; el aporte de Levinas es fundamental en este sentido” (p.348).
En este orden, Díaz (2020) expresa de manera determinante que “la vida se muestra fuera de nuestras ventanas y parece revelarnos que, evidentemente, continúa” (p. 317). Desde esta perspectiva, en el concepto de alteridad de Lévinas la noción de “rostro” tiene un papel central, aquí se reúne la fuerza de sus argumentos, la magnitud de su pensamiento. En este sentido, los encuentros cara a cara entre los individuos que coincidieron en un contexto específico en la ciudad enfocaron su mirada y su atención en la narrativa que cada quien iba articulando acerca de la situación de aislamiento radical y flexible en este país, y por supuesto acerca de lo que pensaban sobre la flexibilización total en tiempos del Ómicron, entendiendo o siguiendo el slogan gubernamental venezolano “si yo me cuido, te cuido…si tú te cuidas, me cuidas y nos cuidamos todos”.
Esto remite a reflexionar el concepto de existencia y alteridad, dado que el ser humano vive en constante desencuentros consigo mismo y de repente, al darse cuenta de la nueva realidad pandémica parece ser que introspecciona y “procesa ubicuidad” (categoría emergente) de que evidentemente existe, siendo así, apreciaría más su vida que alejaría el imaginario en tanto ser tómbola del mundo.
Sin duda, el imaginario es el efecto de una compleja red de relaciones entre discursos y prácticas sociales de una comunidad que interactúa con las individualidades. Las imágenes determinan los juicios del bien y del mal, de lo correcto o no del comportamiento que se constituye en su modo de vida (ética levinasiana), en tanto se manifiesta a través del lenguaje, así ciertas creencias envuelven al individuo de la urbe que lo hacen percibir como normal las excepciones de flexibilidad para circular en la ciudad a propósito de las festividades navideñas, que le otorgan consentimiento para ir más allá de los límites reglamentarios.
De cualquier manera, es una suerte de imaginario empresarial y comercial que se desboca en la sociedad por la cultura compulsiva de compras, a veces innecesarias, pero que ni el COVID-19 ni sus mutaciones con nombres a veces incomprensibles que le coloca el ente de salud pública Organización Mundial de la Salud (2021) y la Organización Panamericana de la Salud (2021), como variantes del virus, no los detienen en la transgresión de las normas de aislamiento físico. Es una gran tómbola de la suerte por conservar la vida, en este sentido, es dable volver la mirada a la deontología en tanto invita siempre a respetar a los otros y su capacidad de disponer sobre sus propias vidas. En este sentido, las crisis dividen la vida en dos partes: un antes y un después, y así ha sido con el COVID-19, este trance ha enseñado a forjar el carácter y revisar los hábitos de vida de manera incuestionable como individuos y como integrantes de una comunidad, así como también las virtudes. En este sentido, se entrelazan las historias de vida a nivel local, regional y mundial, porque nadie está exento de ello.
APROXIMACIÓN AL IMAGINARIO SOCIAL
Conectando con las ideas que se vienen expresando, el imaginario social es un concepto que las ciencias sociales utiliza a veces como sinónimo de mentalidad, cosmovisión, conciencia colectiva, ideario o ideología. Miranda (2014), toma la idea de Castoriadis (1989) cuando expresa que un imaginario social es una construcción de imágenes compartidas por un colectivo social que va traduciendo la realidad contextual para aprovechar tanto las oportunidades que ésta ofrece, así como sus limitaciones, lo cual les brinda espacio para actuar, en el entendido que puede también acarrear consecuencias no previstas de manera inmediata (p.7-11). Entonces, los imaginarios coligen como juego entre tensión y emoción, de lo práctico, del deseo, con cierto orden simbólico de lo real. Esta apreciación de Castoriadis (1989) está más vigente que nunca, lo plasma como una conjunción que anima a la sociedad con sus culturas locales, regionales y mundiales al rendirle “culto” a los mitos de un grupo situado en un contexto y situación determinada desde la eventualidad de un riesgo hacia su organicidad mente-cuerpo-emociones que rigen su vida (Porta, 2019).
No obstante, Matos (2012) plantea que “el imaginario social es una corriente poco cultivada desde su vínculo con la cultura comunitaria, pero que actúa como agente transformador al intervenir como memoria afectivo-social de la cultura” (p.1). Desde esta concepción epistemológica se deduce que la combinación de símbolos van evocando en los sujetos los estímulos para comprender que la vida social es un intercambio de alegorías en el contexto comunitario…es una “tómbola” de luz y de color, como las festividades navideñas, es simbología y ‘desdén por el porvenir’ (categoría emergente)…vale el todo pasa, el todo se transforma, se entiende que el azar desestima los prejuicios de manera tal que un riesgo de contagio por el COVID-19 o el Ómicron ahora, tendrían las mismas oportunidades para infectar, en fin es un imaginario asociado a símbolos específicos y legitimados socialmente.
En el mismo orden de ideas, Artal (2020) escribió en su columna digital “Nuestras vidas están completamente regidas por fenómenos aleatorios, algunos de los cuales tienen además una muy baja probabilidad de suceder” (s/p), aunque no siempre es de luz ni de color, sino de muchos matices, hasta sombríos o claros y articulando con el tema del riesgo al contagio a veces se tiene buena o mala suerte, depende del hábitat o contexto donde se transite, esto es independiente de ser optimista o pesimista; las ‘normas’ por cuarentena no admiten esas dos caras de la moneda, igual tendrá que vivirlas y es aún más azaroso si el contagio ocurre varias veces, aunque se esté vacunado, eso también es una tómbola ( depende del tipo de vacuna colocada), esto se tiene que experimentar en tanto y cuanto se efectivicen las populares rachas de cada quien.
En este sentido, Belvedere (2011) refiere desde el pensamiento de Durkheim, que “el hombre no puede vivir en medio de las cosas sin hacerse ideas sobre ellas según las cuales regula su conducta” (p. 15). En efecto, tomando lo expresado para el caso de la pandemia por el COVID-19, la comunidad observada ha generado una idea rudimentaria acerca de una inminente “evitación azarosa de contagio” y “creencia en el gobierno” (como categorías emergentes), cual posibilidades de tómbolas que solo están en su mente, al combinar estímulos y símbolos recopilados desde las redes sociales o los noticieros y en consecuencia manifiestan conductas heterogéneas, según las tendencias que conocen y a partir de esas valoraciones actúan regulando su comportamiento. Pintos (2015) señala que los imaginarios “hacen visible lo invisible” (p.8).
Por otra parte, Baczko (1991) considera el rol de los medios de comunicación en la divulgación de los imaginarios sociales. Este autor estima que “el impacto de aquellos sobre las mentalidades depende fundamentalmente del control que se posea de esos circuitos” (p.31). Resulta interesante, lo que sostiene Baczko respecto al impacto de los medios de comunicación sobre los imaginarios sociales en los individuos, porque en esta contemporaneidad las redes sociales tienen mucha influencia en su estructuración simbólica, generada por la infodemia provocada que lleva a la pandemencia (Castiel, 2020). Una perspectiva sugestiva, para el estudio de los imaginarios sociales es la que Maffesoli (2003), citado en Riffo (2016), quien investiga lo imaginario desde la configuración de la vida cotidiana. Sin embargo, es necesario destacar que Maffesoli (citado por Cegarra, 2012) plantea que “la realidad social es imposible de comprender, capturar o medir en su totalidad” (p.2).
Asimismo, Quezada-Scholz (2020) manifiesta que “[…] aprendemos que ciertas claves contextuales permiten anticiparnos a las amenazas reales y responder en concordancia […] del mismo modo, las claves presentes en el contexto pueden suprimir una reacción de miedo cuando predicen condiciones de seguridad” (p.3). Esta expresión permite colegir, parafraseando al autor, que la ciudadanía con el tiempo y la experiencia con el COVID-19 ha detectado y hecho suyas algunas claves contextuales que suprimen una reacción de miedo cuando presagian condiciones ambientales de seguridad, y por tanto pueden continuar con sus hábitos cotidianos. Surge entonces la categoría “enclave seguro en el habitus”.
En palabras de Baeza (2000), el imaginario no deberá entenderse entonces como imagen de, sino como creación incesante e indeterminada, ubicada en las subjetividades particulares. Entonces, los imaginarios son constructos históricos-sociales que poseen sentido y se instituyen creativamente para vislumbrar el futuro, cuando se articulan imaginación-vida social, con el fin de construir otras formas de vivir, por ello, la ‘nueva normalidad’ en presencia del COVID-19 es todo un mundo de significaciones. En este sentido, Montero (2021) presentó un ensayo donde expone “una observación crítica a la política de Nueva Normalidad desde una visión socio-filosófica” (p.97), puntualizando que “advertimos que ontológica y moralmente es incoherente con la problemática social que caracteriza a las sociedades latinoamericanas de hoy”. (p.101).
De acuerdo con Pargas y González (2021) “estamos experimentando una articulación trágica entre ‘el virus’, nuestro mundo de vida y vivencia de nuestros imaginarios” (p.8); desde ahí se interpreta que la contingencia actual del COVID-19 implica comprender el riesgo de exponerse al contagio y no depender del azar, ya que al entrar a la vorágine de éxtasis por las fiestas navideñas se olvida la amenaza del virus y se despliegan físicamente en lugares repletos de gente con poca o sin bioseguridad. Esta situación debe ser amplificada a fin de elevar el nivel de la verdad. Los conscientes de la comunidad también tienen un papel muy significativo en la contracción de los contagios evitando así la estigmatización de comunidades.
REFLEXIONES FINALES
El propósito de comunicar lo que está ocurriendo en una localidad determinada en tiempos de COVID-19 y su variante Ómicron, a propósito de las festividades navideñas, desde un punto de vista metafórico y caleidoscópico, permitió la emergencia de categorías sugestivas que favorecieron el acercamiento al imaginario social comunitario, desde las frases escuchadas, las cuales se conectaron con la eiségesis y exégesis de los textos y referencias digitales consultadas. Los planteamientos desarrollados por los autores primarios y secundarios citados en este trabajo respecto a los imaginarios sociales exponen lo complejo de los fenómenos sociales y más aun lo que sucede y está sucediendo con la pandemia del COVID-19 y sus variantes, de ahí que cada autor citado puntualizó que los imaginarios remiten a sentidos, con sus variados alcances.
A tenor de las significaciones, es preocupante que siendo el COVID-19 un elemento perturbador del orden social, la gente actúa como si la vida fuese una tómbola; emitiendo aún más signos que conducen a la desobediencia ciudadana en materia de bioseguridad, trasgrediendo las normas del distanciamiento físico en la población y que esto genere una nueva manera de vigilar y controlar la urbe, al ver cómo la gente antepone la libertad de desplazamiento a la bioseguridad, y que esta situación se convierta en una nueva normalidad.
De momento, la pandemia por COVID-19 indiscutiblemente ha transformado la cotidianidad a nivel local, en cuanto a la manera de trabajar, tanto individual como comercial y empresarial, asimismo la forma de continuar con las tradiciones y costumbres (hábitos culturales), hasta la manera de divertirse y de reunirse en familia y con amigos en fiestas decembrinas; en tanto, las festividades invitan de manera espontánea a visitar los centros comerciales, la economía informal y otros sitios de esparcimiento, sin que nadie controle a nadie y sin tener certezas si esos cambios tan contundentes después de una larga cuarentena permanecerán, o para ser optimista, el virus vaya desapareciendo poco a poco con el tiempo y tome fuerza la frase “la vida es una tómbola”.
En este sentido, las empresas no han sabido parar, entre otras cosas, porque no pueden y no pueden hacerlo especialmente en la época navideña por razones económicas, para vender todo aquello que necesita o no el individuo, además deben asistir al trabajo los empleados que atienden a los clientes, pero también a la producción de ilusiones, de fantasías, de metas para seguir adelante. Por ello, se debe estar atento, al poder que tiene el imaginario social sobre un objeto de representación específico como es el caso de la pandemia por el COVID-19, lo cual puede tergiversar el modo de sociabilidad, de tal modo que una sociedad con fuertes creencias generada por la hiperinformación sobre el fenómeno, incurra en una desintegración de los elementos de significación y de simbolización de su imaginario y, queden a expensas de un efímero estado de felicidad, al pensar que “la vida es una tómbola” donde algunos han tenido mucha suerte en el gozo de su salud y de repente se encuentren con otros que llevan una máscara transitoria de bienestar, al no sincerar su situación personal para no sentirse excluidos del gozo, sin revelar que están sufriendo un deslizamiento hacia el vacío.
Quizás, la humanidad adopte de una vez por todas la solidaridad y la equidad, para que la convierta en más humana y le otorguen la importancia que tiene la salud, el comportamiento ético, la empatía y más que esto reconozca la alteridad levinasiana y la moralidad de Adorno como forma de vida, para que sustituyan al egoísmo y la avaricia, porque toma presencia la exaltación de todo lo relativo a un desenfreno total. Desde esta perspectiva, la información precisa sobre la enfermedad desde organismos oficiales es vital, corrigiendo los conceptos erróneos, incluso cuando el imaginario sea falso, al pensar que la pandemia es una tómbola que juega a la vida y a la muerte, por ello, es importante promover la prevención desde las gestiones que salvan vidas.
En el encuentro de los rostros de los otros frente a ellos mismos, les genera como dice Lévinas, un sentimiento de compromiso que le hace protegerse con implementos diseñados para tal fin, precisamente porque no todos están conscientes de la existencia vulnerable de ambos individuos, desestimando sus experiencias durante más de dos años de pandemia y además poseen diferentes visiones caleidoscópicas de una misma situación contextual. Es una reflexión desde lo ontológico existencial, en tanto el ciudadano que “ganó en la tómbola” se olvida del otro, porque se dice a sí mismo “a mí no me va a pasar nada”. Ser independiente y libre es lo que el ser humano más desea, moverse sin restricción alguna, de ahí se va articulando la metáfora de “la vida es una tómbola” para quien quiera jugarse el todo por el todo, al internalizar su invulnerabilidad.
Se concluye que el imaginario social comunitario se genera desde esquemas interpretativos de la realidad que se legitiman socialmente, al incorporar discursos, símbolos, actitudes y valoraciones afectivas de esta sociedad y que la narrativa de los sujetos en la ciudad tiende hacia un imaginario individual de poca valoración por el autocuidado de la salud, que unidos todos se hace un imaginario colectivo de desdén por la situación. La metáfora utilizada fue una fuente de inspiración para describir situaciones problemáticas, como la actual pandemia por COVID-19, lo cual permitió valorar críticamente las concepciones frecuentes de la comunidad instituyéndose como imaginario social.
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Notas de autor
Email: josemorarosales20@gmail.com
Información adicional
ORCID:
José Clemente Mora-Rosales: Ministerio del Poder
Popular para la Educación, Maracay, Venezuela.
FUENTE DE FINANCIAMIENTO:
Esta
investigación fue autofinanciada.
CONFLICTOS DE INTERÉS:
El
autor declara no tener ningún conflicto de interes.
AGRADECIMIENTOS:
No
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PROCESO DE REVISIÓN:
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A: Angel Alcides Aronés-Cisneros,
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B: Ketty Marilú Moscoso-Paucarchuco, kmoscoso@unah.edu.pe
EDITOR RESPONSABLE:
Cástor Saldaña Sousa, sousa@usal.es
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