ARTÍCULO ORIGINAL

ENTRE RESOLUCIONES Y REALIDADES: DESCIFRANDO PALESTINA EN SU ANDADURA INICIAL (1948-1973)

BETWEEN RESOLUTIONS AND REALITIES: DECIPHERING PALESTINE IN ITS EARLY DAYS (1948-1973)

ENTRE RESOLUÇÕES E REALIDADES: DECIFRAR A PALESTINA NOS SEUS PRIMÓRDIOS (1948-1973)

María José Vilar-García
Universidad de Murcia, Murcia, España

Puriq

Universidad Nacional Autónoma de Huanta, Perú

ISSN: 2664-4029

ISSN-e: 2707-3602

Periodicidad: Continua

vol. 6, e560, 2024

revistapuriq@unah.edu.pe

Recepción: 16 Diciembre 2023

Aprobación: 01 Marzo 2024

Publicación: 24 Abril 2024



DOI: https://doi.org/10.37073/puriq.6.560

Autor de correspondencia: mavi@um.es

CITAR COMO: Vilar, M. J. (2024). Entre resoluciones y realidades: descifrando Palestina en su andadura inicial (1948-1973). Puriq, 6, e560. https://doi.org/10.37073/puriq.6.560

Resumen: El periodo entre 1948 y 1973, marcado por la creación de Israel y la Guerra de Yom Kippur, desempeña un papel crucial en el prolongado conflicto Palestina-Israel, denominado la "Cuestión de Palestina". Esta época estableció los cimientos de una crisis prolongada y desestabilizadora en el siglo XX. El conflicto, originado con la formación de Israel, ha resultado en represión, exilio y ocupación, generando alienación en los no integrados al Estado hebreo. A pesar de ello, la supervivencia de Israel es considerada un derecho incuestionable respaldado por la ONU, reconociendo su presencia en tierras ancestrales. El entendimiento entre árabes e israelíes, crucial para la paz e interés internacional, se ve afectado por factores como presiones externas, especialmente de Estados Unidos, dinámicas políticas internas en Israel y divisiones en el mundo árabe y entre los palestinos. Este periodo sentó las bases de tensiones persistentes en la región.

Palabras clave: Israel, Palestina, violencia, sionismo.

Abstract: The period between 1948 and 1973, marked by the creation of Israel and the Yom Kippur War, plays a crucial role in the protracted Palestine-Israel conflict, known as the "Question of Palestine". This era laid the foundations for a protracted and destabilising crisis in the 20th century. The conflict, which originated with the formation of Israel, has resulted in repression, exile and occupation, generating alienation for those not integrated into the Hebrew state. Despite this, Israel's survival is considered an unquestionable right backed by the UN, recognising its presence on ancestral lands. Arab-Israeli understanding, crucial for peace and international interest, is affected by factors such as external pressures, especially from the US, internal political dynamics in Israel, and divisions in the Arab world and among Palestinians. This period laid the foundations for persistent tensions in the region.

Keywords: Israel, Palestine, violence, zionism.

Resumo: O período entre 1948 e 1973, marcado pela criação de Israel e pela Guerra do Yom Kippur, desempenha um papel crucial no prolongado conflito Palestina-Israel, conhecido como a "Questão da Palestina". Esta época lançou as bases para uma crise prolongada e desestabilizadora no século XX. O conflito, que teve origem na formação de Israel, resultou em repressão, exílio e ocupação, gerando alienação para aqueles que não estavam integrados no Estado hebraico. Apesar disso, a sobrevivência de Israel é considerada um direito inquestionável apoiado pela ONU, que reconhece a sua presença em terras ancestrais. O entendimento israelo-árabe, crucial para a paz e o interesse internacional, é afetado por factores como as pressões externas, especialmente dos EUA, a dinâmica política interna em Israel e as divisões no mundo árabe e entre os palestinianos. Este período lançou as bases para as tensões persistentes na região.

Palavras-chave: Israel, Palestina, violência, sionismo.

INTRODUCCIÓN

El presente artículo, con base historiográfica, propone examinar detalladamente el periodo que se extiende desde la proclamación de la independencia del Estado de Israel en 1948[1], un hito acompañado por el masivo éxodo de una parte sustancial de la población palestina[2] (Sahd, 2012; y Martinelli, 2021), hasta la guerra del “Yom Kippur” en 1973. Este año se erige como un punto de inflexión significativo en la región, marcando el declive de la previamente indiscutible hegemonía israelí, el fortalecimiento de la identidad nacional palestina y la consolidación definitiva de la internacionalización del conflicto. El análisis emprendido en este estudio abarcará una serie de dimensiones críticas. En primer lugar, se examinarán los problemas inherentes al conflicto desde la perspectiva palestina, con una extensión hacia la dimensión árabe. Este enfoque permitirá desentrañar las complejidades sociopolíticas y las repercusiones directas en la población palestina y su entorno regional. En segundo lugar, se abordará la perspectiva israelí considerando la experiencia judía en general. Este análisis proporcionará una comprensión más completa de las dinámicas internas en Israel, sus motivaciones y desafíos en el contexto de este conflicto prolongado. Finalmente, se explorará la dimensión internacional evaluando cómo la comunidad global ha influido y respondido a los acontecimientos en la región durante el período en cuestión. Este enfoque tridimensional pretende ofrecer una visión integral y matizada de los problemas planteados en el conflicto palestino-israelí entre 1948 y 1973.

MATERIALES Y MÉTODOS

La investigación sobre la Cuestión Palestina adopta una metodología específica que busca abordar de manera selectiva la complejidad del conflicto en un periodo de considerable duración. La estrategia metodológica se fundamenta en dos aspectos principales: la identificación de problemas cruciales vinculados al conflicto y la selección cuidadosa de fuentes bibliográficas que posibiliten el análisis de dichos problemas. En primer lugar, destacamos la necesidad de dirigir la atención hacia una triple dimensión del conflicto: la perspectiva palestina (y árabe por extensión), la dimensión israelí (y judía en general) y la dimensión internacional. Esta triple dimensión es considerada inseparable para comprender de manera integral la problemática en cuestión. Además, se delimita el enfoque a los aspectos socio-políticos, sin menoscabar la relevancia de otros elementos como los ideológicos, económicos, culturales y militares. A pesar de la complejidad inherente al conflicto, se busca una comprensión específica de los aspectos socio-políticos sin perder de vista la interrelación con otros factores significativos.

En segundo lugar, la metodología engloba una cuidadosa selección de la bibliografía empleada, combinando trabajos clásicos con fuentes contemporáneas en inglés. Se reconoce la escasa presencia de obras en castellano y se orienta la elección bibliográfica hacia textos que aborden la Cuestión Palestina desde perspectivas políticas y económicas. Esta decisión se toma siendo conscientes de la falta de atención en la bibliografía española antes de 1967, posiblemente derivada de la limitada conciencia global sobre la magnitud de los problemas en la región y la priorización de otras cuestiones internacionales. Fue la guerra de los Seis Días la que finalmente atrajo la atención internacional hacia el Medio Oriente, incluida la cuestión palestina. Además, se reconoce la creciente relevancia del tema en la bibliografía española posterior a 1967, influenciada por factores políticos y económicos.

RESULTADOS

Rumbo a la Hegemonía: Israel entre 1948 y 1973 y su impacto en la Cuestión Palestina.

Entre los años 1948 y 1973, la evolución de la cuestión palestina se encuentra inexorablemente ligada a la transformación sustancial de Israel, que transita de ser un Estado de dimensiones reducidas con cimientos frágiles y regido por un sistema político-social de orientación socialista, a erigirse como una potencia hegemónica en la región, asociada estrechamente a los intereses de los Estados Unidos y sus aliados. Este cambio paradigmático responde a una conjunción de causas, tanto internas como externas, que configuran la realidad política, demográfica y territorial de la época.

En el ámbito interno, la rápida transformación de Israel se manifiesta a través de múltiples facetas, siendo esenciales los siguientes aspectos. En primer lugar, el incremento marcado de la inmigración judía, un fenómeno demográfico de envergadura que ha sido objeto de análisis detenido (Even-Zohar, 1990). En paralelo, se evidencia una expulsión sistemática y paralela de población árabe hacia Jordania y naciones colindantes, con la consecuente concentración de los palestinos restantes en áreas sujetas a un control más severo (Vilar, 2003). La ocupación del territorio por parte de la población judía, incluyendo la instauración de kibbutz y otras formas de asentamiento, adquiere relevancia como componente estructurante de este proceso (Near, 1985; Ben-Rafael, 1997; y Dvoskin, 2009).

La absorción de un capital significativo, proveniente en su mayoría, aunque no de manera exclusiva, de inversionistas estadounidenses, constituye un factor determinante que posibilita la ejecución de un amplio plan de desarrollo, industrialización y modernización. No obstante, se observa que dicho plan se encuentra inherentemente orientado hacia los intereses preponderantes de la mayoría judía (Montoya Restrepo y Dávila Dávila, 2006). Asimismo, el fortalecimiento de un sistema político democrático y parlamentario, modelado conforme a las estructuras británicas y estadounidenses, y la implementación de un ejército nacional moderno, convergen en consolidar la metamorfosis de Israel en diversos ámbitos.

En un plano externo, la creciente alineación de Israel con los Estados Unidos y las potencias occidentales desencadena un distanciamiento notable de Rusia, durante y después de la Unión Soviética[3], así como de los países del Tercer Mundo. Este realineamiento geopolítico tiene implicaciones significativas en la configuración de alianzas y relaciones internacionales (Wallerstein, 2005). Simultáneamente, la política expansionista de Israel, dirigida a expensas de sus vecinos árabes, persigue no solo la expansión territorial, sino también la seguridad y delimitación de las nuevas fronteras, aspectos que han sido objeto de atención crítica y análisis (Pérez Pérez, 2019).

La guerra por el control del Canal desencadenada por la nacionalización del mismo por parte del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, ya que la ruta era vital para su país, concluiría con la victoria moral de Nasser con el consiguiente perjuicio de los accionistas franco-británicos. Tanto agresores ingleses y franceses, como sus aliados israelíes, tuvieron que retirarse bajo la imposición de las Naciones Unidas, Estados Unidos y la Unión Soviética (Lacoutoure, 1972). Posteriormente, Israel adquirió una reputación de potencia militarista que mantiene hasta el día de hoy. Al mismo tiempo, su contundente respuesta al esfuerzo árabe mal coordinado para liberar Palestina (Guerra de los Seis Días, 1967) consolidó a ese país como la principal potencia militar de Oriente Próximo en estrecha alianza con los Estados Unidos. La alineación explícita de Israel con los Estados Unidos y su anhelo de expansión territorial se materializaron en dos episodios consecutivos que han dejado una marca indeleble en la historia de la región:

La participación activa en la Guerra de Suez de 1956, en colaboración con Gran Bretaña y Francia, representa un hito crucial en la transición de Israel del socialismo hacia una postura más imperialista (Said, 2013). Este conflicto, desencadenado por la nacionalización del Canal de Suez por parte del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, se convirtió en un escenario donde Israel, junto con sus aliados, buscaba afirmar su posición en la región. A pesar de la retirada impuesta por las Naciones Unidas y la presión de Estados Unidos y la Unión Soviética, la guerra dejó a Israel con una reputación de potencia militarista.

La victoria decisiva sobre los vecinos árabes en la Guerra de los Seis Días de 1967 marcó un momento crucial en la transformación de Israel en la principal potencia militar de Oriente Próximo y su consolidación como un socio estratégico clave de los Estados Unidos (Arellano, 2017). La respuesta contundente de Israel ante el esfuerzo árabe mal coordinado para liberar Palestina reforzó su estatus como actor militar dominante en la región. Ambas contiendas no solo sellaron la transición ideológica de Israel, pasando del socialismo al imperialismo, sino también su expansión territorial a expensas de árabes y palestinos. Este proceso afianzó su posición como la principal potencia militar en Oriente Próximo, respaldada estrechamente por los Estados Unidos (Kahan, 2021).

La Guerra de los Seis Días, que tuvo lugar en junio de 1967, desencadenó consecuencias de alcance histórico que transformaron la configuración geopolítica en Oriente Medio. Entre las repercusiones más notables, se encuentra la ocupación por parte de Israel de Cisjordania y Gaza, así como de la península del Sinaí y de los Altos del Golán, territorios pertenecientes a Egipto y Siria respectivamente, bajo la justificación de “razones de seguridad”, y una franja al sur del Líbano (Marín Guzmán, 2016).

Este proceso de expansión territorial conllevó diversas consecuencias significativas para Israel. En primer lugar, se cuadruplicó[4] el territorio del país. No obstante, esta expansión territorial no estuvo exenta de controversias, ya que cerca de 600,000 árabes fueron expulsados de los territorios ocupados, generando tensiones y desplazamientos masivos de población (Tilley, 2007).

Adicionalmente, la economía de Israel experimentó un impulso sustancial derivado de la ocupación del Sinaí, que proporcionó acceso a recursos estratégicos como el petróleo, así como a recursos agrícolas, mineros y turísticos de otras adquisiciones territoriales (Pappe, 2004). Paralelamente, la inmigración judía recibió un nuevo estímulo para colonizar las tierras recién adquiridas, cumpliendo así las aspiraciones de los partidos ultrarreligiosos y el sionismo internacional.

La guerra del “Yom Kippur” y el surgimiento de nuevas dinámicas: un capítulo definitorio en la evolución de la Cuestión Palestina

Esta situación[5] generada por la Guerra de los Seis Días sentó las bases para un conflicto futuro, anticipando una cuarta guerra árabe-israelí en Oriente Medio, que se presentaría de manera distinta a las tres guerras anteriores. En las guerras de 1948, 1956 y 1967, los estados árabes fueron víctimas de agresiones, resultando en graves violaciones del derecho internacional (Vilar, 2003). En cambio, la guerra de 1973 se caracterizó por ser una iniciativa árabe con un objetivo claro: implementar la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de 1967 (Mallison y Mallison, 1979). Esta resolución buscaba la retirada de Israel de los territorios ocupados en la guerra anterior, la cual Israel había venido ignorando sistemáticamente, transformando así la naturaleza del conflicto en una búsqueda de paz y cumplimiento de acuerdos internacionales.

A pesar de la victoria militar de Israel en la Guerra de 1973, la imagen de invencibilidad se desmoronó. La reputación de soldados legendarios como Dayan y Eleazar se vio afectada, y quedó expuesta la total dependencia de Israel de los suministros procedentes de América del Norte (Ini, 2010). Este cambio de percepción propició un avance de las tendencias pacifistas frente al militarismo prevaleciente en Israel. Los aliados europeos, reconociendo el nuevo equilibrio de poder, recurrieron a los árabes en busca de petróleo, dando lugar a la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (O.P.E.P.). Estados Unidos, consciente de la nueva realidad, logró presionar a Tel Aviv para que aceptara negociar la retirada de las tropas de los territorios ocupados, evidenciando un cambio en la posición diplomática (Arestizábal, 2011).

El frente unido de los países árabes, tanto político como militar, se presentó como una nueva dinámica en la región, llevando a la dimisión de la primera ministra Golda Meier. La muerte de David Ben-Gurion en 1973, el padre del Estado de Israel, simbolizó el fin de una era y el inicio de una nueva fase en la cuestión palestina (Tolosa, 2020). En este contexto, la complejidad y la urgencia de abordar las tensiones y los desafíos emergentes indican claramente que la cuestión palestina está ingresando en un capítulo definitorio en su evolución histórica.

La guerra del “Yom Kippur” en 1973 marcó un hito significativo en el panorama geopolítico de Oriente Medio, reconfigurando las dinámicas regionales y teniendo repercusiones notables en la causa palestina (Benitez y Reina, 2017). Durante este conflicto, la figura de Yasser Arafat emergió como líder preeminente, consolidando su posición dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (O.L.P.)[6] y superando a las tendencias más extremistas.

Un elemento crucial en el fortalecimiento de la causa palestina fue el respaldo de Arabia Saudí (Martínez, 2020), que lideró un enfoque pan-islamista moderado y pro-occidental. Este apoyo, sumado al respaldo de Egipto y otros países, contribuyó a contrarrestar las corrientes pan-arabistas socialistas y pro-soviéticas encabezadas por Siria, Iraq, Libia y Argelia[7], que quedaron aisladas en este contexto. La corriente árabe dominante, en alianza con Arabia Saudí, logró persuadir a los Estados Unidos para que abordaran la problemática de Palestina mediante un enfoque negociado. Este enfoque se basó en el doble principio del reconocimiento de Israel por parte de los árabes y la creación de un estado palestino independiente en el mismo territorio.

Este periodo representó la apertura de un camino sólido hacia una solución definitiva de la “cuestión palestina”. Sin embargo, es crucial reconocer que el trayecto hacia la resolución completa será extenso y estará lleno de desafíos sustanciales (Amado Castro, 2006). A pesar de los avances, la realidad actual refleja que la “cuestión palestina” hoy más que nunca continúa siendo un asunto pendiente en el ámbito internacional (Quevedo, 2012). La cuestión de la anexión y expansión de asentamientos por parte de Israel en territorios disputados, como Cisjordania, ha generado preocupaciones a nivel internacional (Álvarez-Ossorio Alvariño, 2010). Este fenómeno plantea desafíos fundamentales para la viabilidad de una solución de dos estados y resalta la importancia de un análisis crítico de las políticas y acciones gubernamentales que afectan directamente la estabilidad regional. La respuesta internacional a estos acontecimientos también merece un escrutinio crítico. Las posturas políticas, las acciones diplomáticas y la efectividad de las intervenciones internacionales en la promoción de la paz y la justicia deben examinarse cuidadosamente. La falta de consenso en la comunidad internacional para abordar la cuestión palestina de manera integral contribuye a la persistencia de la crisis y resalta la necesidad de un enfoque más coherente y colaborativo (Caplan, 2009).

Y es que desde 1973, el conflicto palestino-israelí ha estado inmerso en una serie de desafíos complejos y persistentes, reflejando la intrincada naturaleza de las tensiones en la región. La implementación de los acuerdos de paz, como los Acuerdos de Camp David de 1978 y los Acuerdos de Oslo de mediados de los años 90, ha presentado dificultades considerables. Estos tratados, aunque representan avances diplomáticos significativos, han enfrentado obstáculos en su ejecución y han dejado sin resolver cuestiones clave como: el estatus de Jerusalén, los refugiados palestinos y los asentamientos israelíes (Rajmil, 2013). La aparición de las Intifadas, particularmente la violenta segunda Intifada en el año 2000, ha evidenciado la profundidad del descontento palestino y las dificultades para alcanzar una solución pacífica (Calvo Albero, 2002). Estos levantamientos han tenido un impacto significativo en el proceso de paz, erosionando la confianza entre las partes y exacerbando las tensiones preexistentes.

Por otro lado, la Iniciativa de Paz Árabe de 2002, que abogaba por una solución de dos estados, también ha enfrentado retos en términos de aceptación y aplicación. A pesar del respaldo internacional y los esfuerzos de los EE.UU., la Federación de Rusia, la Unión Europea y las Naciones Unidas para hacer efectiva la hoja de ruta (United Nations S/2003/529), el progreso hacia una solución biestatal ha sido lento y plagado de obstáculos (Mirapeix, 2007). La efectividad de la ONU en influir o resolver el conflicto, a través de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad, ha sido limitada[8], en parte debido a la complejidad del conflicto y a los intereses geopolíticos de los estados miembros. Además, las cuestiones pendientes, como el estatus de Jerusalén, el derecho al retorno de los refugiados palestinos, y la expansión de los asentamientos israelíes en territorios ocupados, han seguido exacerbando las tensiones. Estos problemas sin resolver han sido obstáculos significativos para los esfuerzos de paz. Finalmente, los cambios políticos y regionales, como el creciente papel de Irán, la Primavera Árabe, y los conflictos internos en varios países árabes, han tenido un impacto significativo en la situación entre Palestina e Israel y han añadido complejidad a las dinámicas regionales.

La realidad contemporánea subraya que la “cuestión palestina” sigue siendo una problemática pendiente y compleja en el escenario internacional, requiriendo una atención continua y una gestión cuidadosa para abordar sus dimensiones políticas, sociales y humanitarias (Bokova et al., 2014).

DISCUSIÓN

El periodo que abarca desde 1948 hasta 1973, marcado por la fundación del Estado de Israel y la guerra del Yom Kippur, desempeña un papel crucial en el largo conflicto entre Palestina e Israel, conocido como la “Cuestión de Palestina”. Durante este lapso, se establecieron los fundamentos de una de las crisis más prolongadas y desestabilizadoras de los últimos cincuenta años. La conclusión incierta de la guerra de 1973 introdujo un giro significativo en la situación palestina, abriendo por primera vez la posibilidad de encontrar soluciones concretas. Sin embargo, este problema persiste, ya que la dinámica árabe-israelí está influenciada por cambios en la política interna de Israel y, en menor medida, por las diferencias entre los palestinos.

Según A. Cordesman (1996), una tesis ampliamente aceptada sostiene que Israel ha rechazado y seguirá rechazando una resolución definitiva del conflicto palestino. Este rechazo se atribuye a la necesidad de mantenerse en estado de alerta y excepción para salvaguardar la cohesión y unidad de un país caracterizado por fragmentaciones étnicas, rituales, culturales e ideológicas. No obstante, se sostiene que la convivencia es factible, como lo demuestra la experiencia previa a 1947, incluso en el contexto palestino. Se subraya que la violencia solo engendra más violencia y destrucción, mientras que la coexistencia, la paz y el entendimiento representan vías más constructivas.

El trato dispensado por Israel a los palestinos de los territorios ocupados ha sido objeto frecuente de violaciones de los derechos humanos más elementales. Este persistente desafío ha sido denunciado en innumerables resoluciones de la O.N.U., las cuales instan a Israel a cumplir con sus compromisos tras su ingreso en las Naciones Unidas y su condición de miembro de la comunidad internacional. En este sentido, la comunidad internacional ha reafirmado la necesidad de que Israel respete los principios fundamentales de los derechos humanos en su trato con la población palestina.

La existencia de una nación erigida a través de la violencia y la opresión, ha sido frecuentemente criticada por algunos historiadores israelíes. Ese fue el caso de Isaac Leibowitz que, demostrando clarividencia y gran altura moral, denunció a través de sus discursos y textos de los años 50 y 60 (1992): el despojo del pueblo palestino, su deportación masiva, el sistema de opresión a que fueron reducidos los sobrevivientes, el diseño de Israel como país en permanente estado de guerra y como potencia nuclear, y la utilización de la religión como arma política. Lamentó también que Israel no haya buscado la paz desde 1948 sobre bases aceptables para ambas partes. Predijo que las victorias militares y las usurpaciones territoriales, lejos de garantizar la paz y estabilidad, condenaban a su país a vivir instalado en el militarismo y la opresión, lo que, tarde o temprano, lo abocaría al aniquilamiento. Finalmente, puso de manifiesto la disfunción existente entre los intereses de un posible Estado judío, pacífico y en coexistencia con otro palestino, y los oscuros intereses políticos, económicos y armamentísticos del sionismo internacional. Ni qué decir del libro de Leibowitz está prohibido en Israel.

Ahora bien, Palestina es, ante todo, un problema de responsabilidades compartidas entre israelíes y árabes, pero también internacionalmente (Ben David, 1971; Martínez Montávez, 1995; Said, 1997; Álvarez-Ossorio, 1999; Peres, 1999; Ben Ami, 1999; Ben Ami et al., 2002; Solar, 2002; y Mardam-Bey y Sanbar, 2004). El historiador David Hirst en su conocido libro The gun and the Olive Branch: The Roots of Violence in the Middle East (1977) sobre las raíces de la violencia árabe-israelí, cuyo título está tomado de un famoso discurso de Arafat ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en 13 de noviembre de 1974, refiere que Arafat dijo ofrecer en esa ocasión la alternativa o guerra o paz a los israelíes, a sus protectores, y al mundo en general, esperando que escogieran la segunda. Desgraciadamente los últimos acontecimientos del 7 de octubre de 2023 abren un panorama complejo e impredecible alejándose de la rama de olivo, y la paz.

CONCLUSIONES

La etapa analizada es no solamente de creación y despegue de Israel como Estado soberano, sino que marca también su destino, a juzgar por los acontecimientos posteriores. Está claro que la única salida a la situación presente es un entendimiento fundamentado en el diálogo, la tolerancia y la concordia, de forma que israelíes y árabes acepten y respeten una legitimidad que haga posible dos estados soberanos sobre el territorio del que fue, en otro tiempo, mandato británico de Palestina, tal como fue acordado por la O.N.U. en 1947.

La principal dificultad para la consecución de tal objetivo radica, aparte de la existencia de corrientes antisionistas irreductibles en el mundo árabe e islámico, en lo que el ensayista judío independiente Jean Daniel (2007) calificó de “prisión judía”. Es decir, la ceguera mesiánica de un prominente sector del colectivo hebreo mayoritario, además, en los círculos dirigentes de Israel, para el cual el destino del Estado fue fundado en 1948, es el dominio absoluto sobre la totalidad de la conceptuada, en lenguaje bíblico, como Tierra Prometida. Algo que entienden perfectamente factible en virtud del apoyo incondicional al que está obligado todo judío para sostener el Estado de Israel. Asimismo, el apoyo financiero y de cualquier otro tipo desde los diferentes puntos de la diáspora en que se halle establecido, y finalmente con su asentamiento en Israel en virtud de la llamada “Ley del retorno” (Derogy, 1973). No cabe duda de que esa tesis tiene una fuerte carga religiosa, pero su fundamento no es la religión, sino la identidad étnica judía.

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Notas

[1] Aquel suceso se conoce historiográficamente como la “Nakba” “catástrofe” o “desastre” en árabe. Nos referimos a los eventos que ocurrieron en 1948 durante la creación del Estado de Israel y la subsiguiente guerra árabe-israelí. La Nakba describe el éxodo masivo de la población árabe palestina y la pérdida de sus hogares, tierras y comunidades en el proceso de establecimiento del Estado de Israel. La narrativa de la Nakba es fundamental para la comprensión de la historia y las disputas en curso en la región de Oriente Medio.
[2] Dicho éxodo tuvo múltiples facetas, incluyendo la expulsión directa de algunas comunidades, así como el abandono voluntario motivado por temores de violencia, inseguridad y la incertidumbre generada por el conflicto. Numerosos palestinos buscaron refugio en países vecinos, mientras que otros quedaron desplazados internamente dentro de lo que antes era Palestina. Este proceso contribuyó a la formación de la población de refugiados palestinos, que hasta el día de hoy continúa siendo un elemento crucial en la complejidad del conflicto israelí-palestino.
[3] Federación de la que procede la mayoría de los judíos israelíes.
[4] Israel pasaba de tener una superficie de tan solo 22.000 km2 a 68.672, incluidos 61.000 en el Sinaí y 6.000 en Cisjordania (Judea y Samaria).
[5] El enfrentamiento entre las dos superpotencias, caracterizado por la plena afinidad de Israel con los Estados Unidos y su confrontación con la U.R.S.S., constituyó un factor determinante en la polarización del Próximo Oriente. Esta alineación geopolítica no solo marcó un alineamiento ideológico y estratégico de Israel con el bloque occidental liderado por los Estados Unidos, sino que también generó una clara oposición a la influencia soviética. Este escenario de polarización tuvo consecuencias significativas, elevando la tensión regional y amenazando la estabilidad de la paz internacional. Las rivalidades entre las superpotencias se trasladaron al ámbito regional, exacerbando las tensiones existentes y contribuyendo a la complejidad de las relaciones en el Próximo Oriente.
[6] La “Organización para la Liberación de Palestina” (O.L.P.) fue fundada en 1964 por la Liga Árabe y se convirtió en el representante legítimo del pueblo palestino. En sus primeros años, la O.L.P. estuvo fuertemente influenciada por los estados miembros de la Liga, especialmente bajo la dirección de Nasser en Egipto. Sin embargo, a mediados de los 60, el “Movimiento de Liberación Nacional de Palestina” o “Fath”, creado entre 1956 y 1958, tomó el control. Yasser Arafat logró consolidar su liderazgo, superando a otras facciones dentro de la O.L.P., estableciendo un ejército palestino y otorgándole a la organización una mayor capacidad de acción y poder.

A pesar de estos logros, Arafat y la O.L.P. se encontraron enfrentando divisiones internas considerables y el surgimiento de tendencias y grupos más extremistas. Es relevante destacar la formación del “Ejército de Liberación de Palestina” en 1964, bajo la dirección de M. Budayri, así como la aparición de la organización “Sa’iqa” o Vanguardia Liberadora en 1968, la cual se separó de la O.L.P. y estuvo liderada por M. Mohseny.

[7] El fortalecimiento de la causa palestina se vio sustancialmente impulsado por el respaldo de Arabia Saudí, cuyo liderazgo adoptó una postura pan-islamista moderada y pro-occidental. Asimismo, fue reforzado por el apoyo de Egipto y otros estados, desempeñando un papel fundamental al contrarrestar las tendencias pan-arabistas socialistas y pro-soviéticas lideradas por Siria, Iraq, Libia y Argelia. En este contexto, estas corrientes encontraron su aislamiento, permitiendo que la perspectiva pan-islamista moderada se consolidara como una fuerza significativa en el respaldo a la causa palestina.
[8] La efectividad de la Organización de las Naciones Unidas en influir o resolver el conflicto palestino-israelí a través de la Asamblea General y el Consejo de Seguridad se ha visto considerablemente limitada por dos cuestiones: (i) la intrincada naturaleza del conflicto que aborda desde: cuestiones históricas, religiosas, culturales y territoriales generando un entramado de desafíos difíciles de desenredar. Las reivindicaciones territoriales, el estatus de Jerusalén, el derecho de retorno de los refugiados palestinos, la seguridad de Israel y la aspiración de un estado palestino independiente se entrelazan en un conflicto cuyas raíces se extienden a lo largo de décadas. Esta complejidad se ve agravada por la evolución constante del conflicto, con nuevos actores emergiendo y las dinámicas cambiantes que añaden capas adicionales de dificultad para la resolución pacífica y sostenible; (ii) los intereses geopolíticos de los estados miembros de la ONU han desempeñado un papel crucial en moldear la respuesta de la organización al conflicto. Cada estado, guiado por sus propias políticas exteriores y alianzas estratégicas, influye en las decisiones y resoluciones adoptadas, especialmente en el Consejo de Seguridad, donde el poder de veto de los cinco miembros permanentes (China, Francia, Rusia, el Reino Unido y los Estados Unidos) puede bloquear iniciativas incluso cuando existe un amplio consenso internacional. Esta dinámica ha conducido a un escenario donde los esfuerzos de la ONU por mediar y resolver el conflicto se ven frecuentemente obstaculizados por las agendas nacionales y las tensiones entre las grandes potencias, limitando así la capacidad de la organización para actuar de manera efectiva y cohesiva en la búsqueda de una solución pacífica y duradera.

Notas de autor

Tel: +34 868888244 Email: mavi@um.es

Información adicional

ORCID:
María José Vilar-García: Universidad de Murcia, Murcia, España.

FUENTE DE FINANCIAMIENTO:
Esta investigación fue autofinanciada.

CONFLICTOS DE INTERÉS:
El autor declara no tener ningún conflicto de interes.

AGRADECIMIENTOS:
No aplica.

PROCESO DE REVISIÓN:
Este estudio ha sido revisado por pares externos en modalidad de doble ciego.
Revisor A: Santacreu Soler, jm.santacreu@ua.es
Revisor B: Anónimo.

EDITOR RESPONSABLE:
Jorge Vargas-Visús, vargas.jorge@arhannut.be

DECLARACIÓN DE DISPONIBILIDAD DE DATOS:
La base de datos de la presente investigación estará disponible para la comunidad científica solicitándola al autor de correspondencia.

© Equipo Editorial de la Revista PURIQ